miércoles, 5 de agosto de 2009

Dialogar. Sobre las instituciones y la construcción de argumentos genuinos.

Diálogo, esta palabra se ha colocado en el centro de la escena política y social de nuestro país. Para ello es necesario la existencia de un conjunto de argumentos genuinos que deberían evitar: * la simple expresión de intereses para buscar la solución; * la descripción de tradiciones o costumbres como manera de resolución ; * la enunciación de proposiciones que no son generales sino que se dirigen a nombres propios o grupos definidos; * las incongruencias pragmáticas a lo largo del tiempo por parte de los formuladores de los argumentos; * las proposiciones que parecen no tomar en nada los intereses de los individuos; y * las exposiciones que no sean aceptables desde un punto de vista imparcial.
Dejar de lado todos estos límites hace progresar el diálogo hacia criterios de imparcialidad, enfrentando el autointerés y la indiferencia hacia ciertas soluciones propuestas. Pero además, oponerse a las negociaciones basadas en puros intereses lleva al fortalecimiento de los procesos democráticos, ya que de otra manera valores como la igualdad son puestos en peligro, los derechos no son asegurados y no existe evidencia para suponer que el resultado del proceso será justo.
Esto lleva a los participantes del diálogo a prestar atención a la mayor cantidad posible de intereses por la necesidad de alcanzar soluciones que satisfagan a la mayoría.
Las instituciones son el marco de este ejercicio, lo facilitan, lo encaminan, le colocan límites, hacen de la democracia una experiencia de construcción colectiva.

Para consultar:
Elster, Jon (comp.), La democracia deliberativa, Gedisa, Barcelona, 2001.
Nino, Carlos S., La constitución de la democracia deliberativa, Gedisa, Barcelona, 1997.