miércoles, 24 de agosto de 2016

Lo que los ojos ven y lo que el corazón siente.

Marcelo Barreto
Diario O Globo, Suplemento Río 2016
Domingo 14/08/16, 2° Edición, pág. 4
(traducción propia)

            Michael Phelps aumentó su colección de oros y superó hasta a Leónidas de Rodas, el mayor campeón olímpico de la Grecia antigua, en el desempeño de pruebas individuales- hasta ser vencido por un nadador de Singapur que se sacó una foto con él cuando era chico y dijo “cuando crezca quiero ser igual a vos”. Majlinda Kelmendi conquistó en judo la primera medalla de Kosovo, un joven país fustigado por la guerra y que aún no fue reconocido por Brasil. Simone Biles desafió la gravedad y levantó dudas sobre el hecho de tener una columna vertebral. Hechos extraordinarios fueron registrados en la semana 1 de Río 2016.
            Más los héroes del deporte tuvieron que dividir espacio en los titulares de los periódicos con otros hechos extraordinarios de la primera edición de los juegos en la América del Sur: el agua verde de María Lenk, la bala perdida en la sala de prensa del hipismo en Deodoro, los jacarés y los carpinchos del golf, las filas para entrar en el Parque Olímpico y comprar comida o bebida, los desniveles y las goteras en las canchas… Y, claro que sí, los hinchas brasileños.
            Ellos gritaban en el momento del saque de tenis y de la largada de la natación. Abucheaban los adversarios en la gimnasia artística. Cantaban “Ȏȏȏȏ…Zika!” cada vez que Hope Solo[1] ejecutaba un tiro de meta. Alentaban a las esgrimistas a todo volumen diciendo “rómpela”. Reprendían a los argentinos, a veces llegando a los hechos. Y terminaron la semana invadiendo la pista del Estadio Olímpico. Todo eso hiere la etiqueta del deporte en alguna medida –en una escala de cero gritar a Hope Solo, a diez, peleas e invasión. De la misma forma, hay una graduación en las reacciones de los atletas. Hubo quien perdió la deportividad, como el jugador de vóley de playa que respondió a la hinchada brasileña en el estadio de vóley de playa con un gesto obsceno. Por su parte Michael Phelps y Simone Biles –curiosamente dos de los mayores vencedores de Río- dijeron nunca haber competido con una atmósfera tan vibrante. El yerro más común es tirar todo en el mismo cesto.
            El deporte tiene una invocación irresistible para la sociología de taberna. No es sólo la prensa internacional la que observa la hinchada de un estadio olímpico y piensa que está viendo a Brasil allí, dejando de notar lo obvio: la diversidad de quien gusta del deporte. Estuve en el parque olímpico todo el día. De cerca, el hormiguero humano que las cámaras del estudio panorámico de Sport TV captan desde arriba. muestran que hay gente que economizó dinero para gastar con el deporte que ama, cazadores de celebridades, familias que disfrutan unidas el espíritu olímpico, borrachos que gritan idioteces y coleccionan los vasos con pictogramas de las cuarenta y dos modalidades.
            ¿Por qué ellos representarían algún tipo de unidad nacional? Brasil tiene a Rafaela Silva, que salió de la Cidade de Deus para ser campeona olímpica y mundial de judo, y tiene a los internautas que publicaron insultos racistas contra ella después de la eliminación en Londres. Brasil tiene a Caio Bonfim, que entrenó en las calles de Sobradinho para llegar a cinco segundos del podio en Río, y los conductores que le gritaban ofensas homofóbicas cuando él pasaba, porque la técnica de la marcha atlética recuerda una danza en la que se mueven las caderas.
            Estos dos países pueden estar representados en la hinchada brasileña. No se vuelven uno sólo ni aún en la hora de provocar a los argentinos –que pueden cantar las mismas canciones todo el tiempo, aunque son igualmente diversos. Por otra parte, esperé el final de Brasil y Argentina para escribir este último parágrafo. El evento más temido de Río 2016 hasta ahora, que llegó a ser tratado como asunto de seguridad nacional, fue un hecho extraordinario –un partidazo de básquet.



[1] Arquera de fútbol de los Estados Unidos que expresó su temor por la enfermedad (nota del traductor).