jueves, 6 de noviembre de 2008

25 Años de la Democracia en Argentina

Fragmento del Discurso del Presidente Alfonsín ante la Asamblea Legislativa el 10 de diciembre de 1983.

"Hemos vivido con dolor el imperio de la prepotencia y la arbitrariedad en esta tierra en la que nuestros abuelos quisieron construir la igualdad y la justicia.
Hemos vivido el dolor de la violencia y de la muerte aquí, en esta Argentina que todos soñaban y que todos queremos para la paz y para la vida.
Hemos vivido, y todavía vivimos, el dolor del desamparo de millones de hombres y mujeres en un suelo que puede proveer a la prosperidad de todos el dolor del hambre en el país de los alimentos, el dolor de la falta de techo, de salud y de educación en una nación donde nada justifica la existencia de estos males.
Hoy asumimos el gobierno de la Nación cuando está sumida en la crisis quizá más grave de su historia. Pero los dolores que hemos vivido nos dejaron lecciones que no podemos ni debemos olvidar, lecciones que nos ayudarán para salir de una vez por todas de esta situación intolerable, de esta degradación creciente de un pueblo y de un país que no merece ese triste destino.
Los pueblos, como los hombres, maduran en el sufrimiento y no seríamos dignos del nombre de pueblo argentino si no fuéramos capaces de aprender la lección del dolor.
Lo primero que no debemos olvidar es que lo más valioso que tiene nuestro país son los hombres y las mujeres que lo habitan."

miércoles, 29 de octubre de 2008

Notas ocasionadas por la disputa sobre las retenciones cerealeras.

Las primeras notas que dieron lugar a estas ideas se relacionan con la clase pública que fui invitado a dar por la Coordinadora de la carrera de Ciencia Política y la Decana de la Facultad de Trabajo Social de la UNER el lunes 23 de junio de 2008 en Paraná.

1.- Precisiones metodológicas.

Una primera dificultad que trae aparejado todo trabajo sobre la coyuntura nos obligan a ser meticulosos con los aspectos metodológicos. En el mundo académico los conceptos y las teorías deben ser precisados, reenfocados y repensados a la luz de los nuevos acontecimientos que se suceden, fundamentalmente en los períodos de crisis. En esas situaciones es cuando esas herramientas conceptuales parecen no correlacionarse con los fenómenos sociales que se producen. Debemos “…reenfocar y repensar lo político sin lentes que distorsionen la realidad de los hechos, suspender la adoración de algunos becerros y corderos, y por último cargar con el debido grano de sal de nuestros juicios”.
De esta manera nos podemos acercar al conocimiento del “estado de cosas”, moderadamente, como dice Carlos Strasser, muy moderadamente, aunque nos sugiere que tampoco debemos hacernos “grandes ilusiones a futuro.”

2.- El inconveniente de los sujetos pre constituidos.

Una de las grandes discusiones que se presentan en el ámbito de las ciencias sociales se refiere a cómo definimos, analizamos y tratamos de comprender los sujetos sociales. En muchas de los debates de nuestras disciplinas los definimos como agregados pre constituidos que existen independientemente de las acciones de los actores individuales. Sin embargo, optaremos en estas líneas por considerar que los actores sociales se constituyen, definen, reconstituyen y redefinen en la praxis social concreta.
Vemos como esto ha sido señalado en reiteradas oportunidades sin tener en cuenta la conformación de los actores. Parece claro hablar de la “clase media”, del “proletariado”, de los “oligarcas”, del “campo”.
Sin embargo debemos ser más cuidadosos al respecto, los conflictos sociales se producen en esas acciones en las cuales nos diferenciamos y nos conformamos en actores colectivos. Construimos una identidad a partir de las diferencias.
Un ejemplo de esta manera de entender a los actores constituyéndose a partir de las diferencias puede encontrarse en una visión que puede considerarse por algunos (así lo sugiere Carlos Strasser) “protomarxista”. Dicha posición nos recuerda que el “…celo por diferentes opiniones respecto del gobierno, la religión y muchos otros puntos, tanto teóricos como prácticos; el apego a distintos caudillos en lucha ambiciosa por la supremacía y el poder, o a personas de otra clase cuyo destino ha interesado a las pasiones humanas, han dividido a los hombres en bandos, los ha inflamado de mutua animosidad y han hecho que estén mucho más dispuestos a molestarse y oprimirse los unos a otros que a cooperar para el bien común”. Esta situación es tan fuerte que por “…la propensión de la humanidad a caer en animadversiones mutuas, (…) cuando le faltan verdaderos motivos, los más frívolos e imaginarios pretextos han bastado para encender su enemistad y suscitar los más violentos conflictos. Sin embargo, la fuente de discordia más común y persistente es la desigualdad en la distribución de las propiedades”.
Expresándose de esta manera Madison en El Federalista concluye que “…los propietarios y los que carecen de bienes han formado siempre distintos bandos sociales. Entre acreedores y deudores existe una diferencia semejante. Un interés de los propietarios raíces, otro de los fabricantes, otro de los comerciantes, uno más de los grupos adinerados y otros de intereses menores, surge por necesidad en las naciones civilizadas y las dividen en distintas clases, a las que mueven diferentes sentimientos y puntos de vista”.

3.- El sujeto “campo”.

Una de las grandes dificultades de los debates que se suscitaron en los últimos meses es cómo definir ese sujeto que se ha dado a llamar “campo”.
Nuestra primera apreciación es la dificultad de entenderlo como un actor homogéneo. Por un reflejo periodístico o del debate político se ha dado a entender que estamos en presencia de un conjunto de productores y acciones que tienen una lógica unitaria.
Sin embargo los análisis minuciosos reflejan su diversidad y sus estrategias productivas y políticas no necesariamente idénticas. Esta complejidad en la extensión de las unidades productivas se acrecienta por las diferentes actividades que realizan (distintas explotaciones agrícolas, diversas actividades pecuarias), como con las desiguales zonas en las que llevan adelante sus tareas.
Es importante partir de la información dada por los Censos Nacionales Agropecuarios del 1988 y del 2002. Por ellos se sabe que entre estos años disminuyeron casi en cien mil las explotaciones rurales sin discriminar su tamaño. Algunas desaparecieron y otras fueron absorbidas por otras explotaciones mayores. Esto llevó a que junto a la duplicación del volumen de la producción en cereales y oleaginosas se diera una disminución de las producciones agropecuarias.
Este proceso se produjo paralelamente al desarrollo de la mecanización y de la realización de experimentos en los campos de la química y de la genética. Conjuntamente a la aplicación masiva del paquete tecnológico de la siembra directa y la soja transgénica se amplió la frontera agrícola, se ahorró mano de obra con relación al trabajo agrícola tradicional, y se fortaleció un nuevo actor que son los contratistas que venden sus servicios de siembra directa sin ser propietarios de tierras y que sus capitales no están necesariamente ligados al sector agropecuario.
Esto generó que la unidad productiva mínima pase en la región pampeana de cuatrocientas veinte hectáreas a unas seiscientas, con el consecuente proceso de venta de las explotaciones menores o su conversión en rentistas cuando no pudieron alcanzar la escala productiva. Los propietarios de entre veinte y cincuenta hectáreas fueron los que perdieron mayor peso efectivamente.

4.- El juego “campo” – “gobierno”.

Durante los meses en que el conflicto se mostró abiertamente en reiteradas oportunidades se habló del enfrentamiento “campo”-gobierno como el existente entre dos actores polares. Además, se repetía que uno de los grandes problemas para la resolución del conflicto era que no existía un árbitro supra partes que dirimiera las posiciones de los contendientes enfrentados irreconciliablemente.
En estas visiones se recurría permanentemente a la explicación de la situación a través del “juego de la gallina”. Este juego, en el marco de la teoría de la racionalidad, como lo expresáramos en la reunión del día 23 de junio, trata de explicar el comportamiento de los actores recurriendo a la figura de dos automovilistas que lanzados en una carrera que los enfrenta se dirigen a la mayor velocidad posible uno contra el otro esperando que quien desvíe la trayectoria se convierta en el “gallina”, el que abandona, el que no puede sostener el juego. James Dean lanzado contra el precipicio es un ejemplo filmográfico de dicha situación. El problema de dicho juego es que la maximización de la ganancia puede llevar a la maximización de la perdida. Esperar hasta último momento para ganar puede hacer que las pérdidas de ambos jugadores sean totales. En otras palabras una racionalidad extrema nos lleva a la colisión y a la muerte segura.
Sin embargo esto supone que los corredores tienen el mismo poder, la misma capacidad de enfrentarse con el otro. Pero debemos reparar que el accionar del Ejecutivo, con su capacidad de direccionar al Estado no puede equipararse al otro actor: el “campo”.
En esta simulación lúdica el gobierno, como orientador de las políticas del Estado, ha dejado de ser un actor capaz de mostrarse como un tercero excluido que puede expresar sus intereses como diferentes de los de los actores sociales individuales. Cuando una preferencia estatal es traducida en una determinada política pública, implica que ciertos intereses de los agentes públicos se han impuesto a la totalidad.
Sin embargo, aunque toda preferencia estatal implica esfuerzos, costos y riesgos, lograr que ellos sean disminuidos al máximo posible es producto de la correspondencia que hacia esa acción tengan los actores sociales. En otras palabras, cuál es el soporte que obtiene una determinada preferencia estatal en la sociedad.
Un día después de la reunión pública de nuestra Facultad, el 24 de junio, en el diario La Nación, Marcos Novaro nos proponía, con un argumento similar discutir sobre el juego del “colectivero loco”. En ese análisis la descripción del “juego de la gallina” tenía “…más sustento para los ruralistas que para el Ejecutivo; lo demuestra la insistencia con que éste ha señalado que no se considera un igual de aquellos ni una parte más en un conflicto que, según sus palabras, enfrenta el interés general, por él representado, con intereses facciosos y poco solidarios”.
Desde la visión de los opositores al gobierno se le puede decir que dar la razón a “…una persona enloquecida no es más que una simulación dirigida a desarmar la escalada paranoica en que ella misma se ha encerrado, y que no tiene los mismos efectos de aceptación de las reglas de juego y de sus resultados que están presentes en el juego de la gallina”. Para los defensores del juego del colectivero, éste pudo “…estar simulando su enloquecimiento, para imponer el acatamiento a su voluntad, que es lo que importa”. Desde esta óptica el juego, los jugadores y sus resultados seguirían siendo racionales. Pero como aclara Novaro, el problema de un juego con estas características no consiste en la locura, sino en los resultados a largo plazo. En adelante todos intentarán por todos los medios abandonar el colectivo, no jugar más a un juego que los tiene como prisioneros, evitar soluciones colectivas con ese conductor que observa la disminución de la velocidad, el “ceder”, como un ejemplo de debilidad.

5.- Los problemas de los intereses sectoriales y el futuro de las negociaciones.

Estas posiciones respecto del gobierno y el “campo” no nos debe hacer perder de vista que juegos como los descritos en el apartado anterior nos deben hacer reflexionar sobre los problemas que pueden traer a una democracia las prácticas de imposición de intereses sectoriales. Respecto de la crisis analizada no se debe olvidar que también “enseñó” a los actores sociales cómo se debe actuar contra las decisiones gubernamentales y estatales, colocando como problema la relación entre los intereses “generales”, surgidos de los órganos representativos, y los intereses sectoriales.
Como ha señalado Adam Przeworski, “…la democracia moderna genera resultados que ante todo son producto de las negociaciones entre los dirigentes de las fuerzas políticas, más que de un proceso de deliberación universal”. Además, Norberto Bobbio, al describir las promesas incumplidas de la democracia considera que el “…principio en el que se basa la representación política es exactamente la antítesis de aquel en el que se fundamenta la representación de los intereses, en la que el representante, al tener que velar por los intereses particulares del representado, está sometido a un mandato obligatorio”. Aquí vemos una contradicción importante ya que la democracia representativa podría ver jaqueados sus principios por el accionar de diferentes intereses sectoriales (esta vez fue el “campo”) que permanentemente se expresen como intereses particulares.
Lo que fue una historia común de la democracia argentina parece extenderse en el tiempo, aun en aquellos actores que criticaron esas modalidades de acción. Los grupos y aparatos administrativos han sofocado y limitado (y continúan haciéndolo) a los individuos en tanto ciudadanos.
Las teorías pluralistas conciben el poder como un elemento disperso a través de toda la sociedad. Ésta es construida como un agregado de individuos-ciudadanos y de grupos de interés diversos. Sus intereses son transmitidos por medio de los partidos políticos, que los seleccionan, agrupan, generalizan, alcanzando un consenso entre ellos. Esta mirada privilegia el aspecto democrático representativo de Estado “…restringidamente definido como un modo institucionalizado de agregación y de negociación de intereses en la esfera pública…”. Pero como señaló Robert Dahl se advertía un problema de fondo de las democracias pluralistas que era que las organizaciones independientes son muy activas, pero justamente por eso tienen una gran capacidad e independencia para hacer daño.
Por su parte, las teorías neocorporativistas entendieron que hay una dependencia doble, “del Estado con respecto a los principales grupos de interés que defina la división social del trabajo, desde que éstos se convierten ahora en implementadores (o en obstáculos) de sus proyectos; y de tales grupos en relación al Estado, en la medida que éste condiciona decididamente sus actividades”.
Así el aspecto democrático representativo queda relegado en pos de los sectores corporativos que acceden al Estado cuando sus demandas han superado altísimos umbrales organizativos y logran movilizar considerables recursos de apoyo.

martes, 21 de octubre de 2008

Una debacle muy fácil de prever. Por Giovanni Sartori

Del Corriere della Sera
Viernes 17 de octubre de 2008 | Publicado en edición impresa

MILAN.? Hasta el momento, no he dicho una sola palabra sobre la actual crisis económica. Esperaba que me iluminaran los economistas. Esperaba, entre otras cosas, que hicieran un mea culpa. Porque el hecho es que la mayoría no previó la catástrofe inminente. ¿Era imposible preverla? Puros cuentos. No sólo era totalmente previsible, sino que, por principio, una ciencia económica que no sabe prever tiene poco de ciencia.

¿Ciencia de qué? Un saber "práctico" que aconseja mal y que prevé peor produce problemas y te deja con ellos.

Muchos economistas se sacan la responsabilidad de encima echándole la culpa al liberalismo "salvaje" que ha predicado la desregulación, la eliminación de las reglas. En su momento escribían que las reglas estaban mal hechas, por lo que había que eliminarlas; pero "desregular" es tan sólo un remedio de corto plazo, y un vacío de reglas no implica que no debamos tenerlas. Por eso, hoy las reglas se hacen más necesarias que nunca. Los bancos sin supervisión son libres de perjudicar a sus depositantes. El mercado financiero siempre está más colmado de estafadores que de estafados. La disyuntiva no es intervenir o no, sino entre la capacidad de intervenir bien o no.

Leo que las crisis financieras son intrínsecas al capitalismo; que pensar en eliminar los riesgos es una tontería, y que para cada regla existe una manera de transgredirla. Pero lo mismo espero que no sea así.

El mercado es un mecanismo que, para existir y funcionar, debe estar protegido por leyes que eviten los monopolios y que castiguen las transgresiones garantizando la autenticidad de los productos. El mercado no existe si puedo hacer pasar por oro cualquier metal amarillo. De esa manera, ¿cómo vamos a controlar los medicamentos y, más aún, la producción industrial de alimentos? Por lo tanto, el argumento de "hecha la ley, hecha la trampa" es suicida.

No creo que las crisis del "estilo 1930" sean fisiológicas. Como el sistema de mercado es un automatismo que se autocorrige, es normal que tienda a ser cíclico y a sufrir recesiones. Pero si un sistema de mercado que se autodestruye derrumbando todo el sistema económico fuera "normal", entonces nos encontramos ante un sistema mal articulado.

Vuelvo a la pregunta que es la madre de todas las demás: ¿por qué los economistas no previeron adecuadamente ni denunciaron la locura de los subprime, de las hipotecas sin suficiente cobertura? Esos préstamos produjeron la vorágine en la que ahora nos hundimos. Y, sin embargo, todos se mantuvieron callados y dispuestos a aceptar la fábula (el opio) de los "derivados", es decir que el riesgo se minimizaba distribuyéndolo en muchas partes y en todo el mundo. Obviamente (lo dice el sentido común más elemental), eso sólo puede ser así si la "deuda incobrable" no se hace gigantesca. Pero nadie la controló y se hizo gigantesca, y así es como todos nos encontramos en peligro.

Por lo tanto, lo que ocurrió era fácil de prever. Yo mismo me espanté cuando vi, en Estados Unidos, el bombardeo de ofertas de crédito fácil, demasiado fácil. Pero son los economistas los que no se asustaron a tiempo y que ahora deben hacer un examen de conciencia y rever sus propias deficiencias. Porque quien no sabe prever, tampoco sabe prevenir.

Traducción: Mirta Rosenberg

viernes, 10 de octubre de 2008

Miradas de la crisis

"Todas las variables indican que podemos superar este momento que está pasando Estados Unidos. Creo que los primeros que tienen que tener un plan B son ustedes y Europa, porque nuestro Plan A está funcionando", CFK 24/9/08, Consejo de las Américas. EUA.

El temblor de los mercados “seguramente tendrá secuelas económicas y sociales” en la Argentina “que debemos abordar y tratar, y repensar nuevamente una construcción diferente”, CFK, 8/10/08, Hotel Hilton Bs. As.

Fuente www.lanacion.com.ar

jueves, 25 de septiembre de 2008

"Por primera vez en la historia, una crisis no comienza en los países emergentes". CFK

La primera burbuja estudiada comenzó en el siglo XVII, en Holanda –el país "central" de entonces- y es conocida como la "burbuja de los tulipanes".

El tulipán era una flor no conocida en Europa, hasta que fue traída del Asia por comerciantes de ultramar. Rápidamente apreciada, su valor comenzó a ascender, hasta que en la década de 1630, todos enloquecieron. Los precios ascendían sin parar. En 1635 cuarenta bulbos costaban 100.000 florines y un bulbo llegaba a venderse a 5500.
El precio subía y parecía que ese ascenso era infinito. La gente comenzó a hacer inversión en tulipanes deshaciéndose de sus bienes básicos y se produjeron hechos tragicómicos, como el de un marinero condenado a prisión por haberse comido un bulbo accidentalmente.
Hasta que en 1637 ocurrió lo inevitable: los especuladores más avispados detectaron signos de agotamiento del mercado (por primera vez una colección exclusiva no encontró comprador) y comenzaron a vender. Fueron inmediatamente seguidos por inversores más "informados"... y por otros, y otros... hasta que el pánico se apoderó del país.
Explotó la burbuja, causando quebrantos que empobrecieron a muchos y enriquecieron a otros y luego incluso de que el propio gobierno holandés dictara leyes para atenuar las obligaciones contraídas entre privados, con decisiones tales como que los contratos a futuro se resolverían con el pago del 10 % del valor contratado –lo que por supuesto, no dejó conformes ni a vendedores ni a compradores, unos porque debían resignarse a cobrar apenas el 10 % de lo pactado y otros porque debían pagar la décima parte de lo acordado por algo que ya no valía nada.

La explosión de la burbuja dejó, como siempre ocurre, vencedores y vencidos. Vencieron aquellos que vendieron justo antes de la explosión, acumulando grandes beneficios. Perdieron quienes habían liquidado su patrimonio para especular con bulbos y al final se quedaron con tulipanes y sin casa. Y perdió el país, que durante años se vió sumido en una importante depresión económica.

Fue una burbuja también la "Gran depresión" de los años 30, con una mecánica más cercana a la especulación financiera aunque no alejada de decisiones que actuaron como los pases de magia de los "apredices de brujos", que intentan neutralizar fenómenos no demasiado alejados de las fuerzas de la naturaleza. El resultado fueron diez años (la década del 30) con graves consecuencias en todo el mundo, y la siembra de los desequilibrios que abrieron paso a la Segunda Guerra Mundial.

Más cerca en el tiempo se dio la "burbuja inmobiliaria" de Japón, en 1990. Los argentinos la recordamos porque con la venta de nuestra sede diplomática soñamos alguna vez contruir una nueva capital. Por supuesto, estalló como todas, provocando, entre otras cosas el estancamiento por diez años de la segunda economía del mundo.
Las tres "burbujas" mencionadas, las más grandes y estudiadas de la historia, se originaron, justamente, en países del "centro" económico. Son, además, las paradigmáticas.
Las burbujas son normalmente el resultado de una negociación apoyada sólo en expectativas, sin base en la economía real, que ante la imprevista toma de conciencia por parte de los inversores de su posible estallido (ya que las burbujas no se "derrumban" sino que "estallan"), generan una caída generalizada de los precios hasta su verdadero valor provocando un shock o una depresión.

No es un fenómeno nuevo y no hay acuerdo total en la ciencia económica sobre sus causas últimas, aunque sí en su naturaleza: es la negociación de altos volúmenes a precios que difieren sustancialmente de sus valores intrínsecos. ¿Cuáles son éstos? Pues los "fundamentales", es decir los que reflejan la real oferta y demanda del mercado.

La actual no escapa a esa definción y hay consenso en que su naturaleza es la generación desmadrada de valores financieros virtuales sin relación con su respaldo en la economía real.


Extracto de www.ricardolafferriere.com.ar para NOTIAR

martes, 23 de septiembre de 2008

¿Populismo en el nuevo siglo?

Las modificaciones que se produjeron en los últimos veinte años en América Latina pusieron en crisis, de forma dramática, las estructuras económicas y las relaciones sociales y políticas en la región. Esto nos llevaba a preguntarnos hasta qué punto las teorías clásicas del populismo nos permiten seguir entendiéndolo como uno de los principales caminos de construcción de la comunidad política nacional. En otros términos: ¿pueden seguir produciéndose regímenes populistas?, o ¿el populismo ha desaparecido?[1]
Las teorías clásicas sobre el populismo latinoamericano centraban su análisis en la existencia de un modelo económico y en una particular coalición de intereses. Los profundos cambios que sufrieron los países de la región desarticularon este modelo y sus alianzas sociales, sin embargo el populismo perdura como una identidad o tradición política.
Estas teorías nos introducían en las tensiones producidas por los procesos de modernización en los países latinoamericanos durante los últimos setenta años, junto con la contradictoria inserción en la vida social, económica y política de gruesos contingentes de población hasta ese entonces marginados.
Para la teoría de la modernización en América Latina se daba un par polar entre la sociedad tradicional y la sociedad industrial. Entre estos dos momentos se produjeron una serie de cambios que, entendidos bajo el nombre de transición, permitieron distinguir el pasaje de un polo al otro.
Una de sus características fue la asincronía del cambio, tanto entre las distintas sociedades, como al interior de una misma sociedad. Así, entre dos sociedades puede haber una más desarrollada en cuanto a los valores que han sido incorporados de la sociedad industrial a cada una de sus esferas (social, económica, moral, cultural, política). Pero a su vez, puede haber un desbalance al interior de una sociedad respecto de la convivencia en su seno de características tradicionales y modernas que se convierten en el motor de conflictos sociales
La asincronía de carácter geográfico, entre las instituciones, entre los diferentes grupos sociales, o motivacional, hace que coexistan formas sociales que pertenecen a diferentes épocas, haciendo conflictivo el proceso de cambio con el pasado, lo cual es vivido como crisis.
Esta será una de sus características centrales del populismo, donde el retraso en la incorporación de las masas a la vida moderna actuará como freno a la modernización.
Este punto es de relevancia respecto del carácter que poseen los sectores populares recién movilizados y urbanizados. Pero, si en su pasaje perduran comportamientos tradicionales, dada la rapidez del proceso, nos encontraremos con clases populares de formación reciente, sin experiencia sindical y con problemas de integración que se agravan por la sobreurbanización.
Una de las principales características de los estudios sobre los populismos latinoamericanos fue la dificultad para construir un acuerdo sobre su definición, a excepción de su carácter urbano.
Sus críticos lo identifican con el oportunismo político de los líderes, sus sostenedores con la posibilidad dada a las masas excluidas de insertarse en la vida del país.
Ante esta profunda diversidad, ¿de qué estamos hablando al referirnos a esta categoría?
Recurramos a la respuesta dada por Gino Germani que consideraba que se debía partir de la movilización de los sectores populares “...que parecen representar la forma peculiar de intervención en la vida política nacional de los estratos tradicionales en curso de rápida movilización en los países de industrialización tardía”.[2]
Pero, ¿por qué refiere a una forma “peculiar”? En lugar de una extensión de la democracia a estos nuevos sectores incorporados, se daría la posibilidad de que la participación política sea alcanzada a través de algún tipo de revolución nacional-popular que canalice la movilización de las masas que no logran expresarse por medio de los canales “tradicionales”.
Nos encontraríamos ante la puesta en marcha de sectores recientemente movilizados que son definidos como marginales. Esta característica marca definitivamente estas interpretaciones de los nacionalismos populares y las causas de la no aceptación de mecanismos de participación democrática y la revalorización del liderazgo personal, tan caro tanto para las formas tradicionales como para los movimientos populistas.
Además, esta “emergencia” de las masas se da en un momento de crisis de las ideologías democráticas, tanto a nivel mundial como nacional. La utilización de los mecanismos y la ideología democrática como expresión del status quo, le hicieron perder su significado modernizador. Así, el surgimiento de una “revolución de las aspiraciones” de los nuevos sectores urbanizados se dio sin existir una forma de incorporarlos a la democracia representativa.
Ante la pregunta qué son los movimientos nacional populares, la respuesta de esta teoría es que éstos indican una determinada forma de incorporación de las masas populares a un sistema de nuevas pautas sociales, culturales, económicas, psicológicas y -luego- políticas que marca el camino desviante en el proceso de democratización fundamental y de modernización de los países en vías de desarrollo.
Pero estos puntos han sido también muy cuestionados ya que se señala la existencia de una experiencia urbana previa en las migraciones internas hacia las grandes urbes, y no se descarta ni se considera irrelevante el papel que los viejos obreros y sus organizaciones en la estructuración de los movimientos populistas.
De esta manera en el seno de un compromiso que inicialmente comprende solamente a las clases dominantes, es donde se deberá entender el origen del populismo. A ese compromiso inicial se le debe sumar la creciente presión popular, que encuentra su representación y control por medio del Jefe de Estado.
Es en este contexto que se introducen las formas individuales de presión de las masas populares, características del populismo, tendientes a obtener acceso a los empleos urbanos, a la ampliación de su capacidad de consumo y a la participación política.
Es la heteronomía la que facilita la utilización de las masas para la sustentación del Estado. Las clases populares de un país estarán más dispuestas a apoyar movimientos populistas cuando más tardía haya sido su integración política y cuando más traumático haya resultado el tránsito de la sociedad preindustrial a la industrial y el proceso de democratización fundamental. De otra manera, ante la autonomía de los sectores populares entraría en crisis el compromiso establecido.
Compartimos la posición que nos invita a dejar de lado interpretaciones que hacen hincapié en la culpabilidad de las masas en la aparición de esos regímenes, entendiendo la complejidad histórica del surgimiento del populismo.
La pregunta que se nos presenta es si alcanza con presentar a las masas como faltas de autonomía, como recientemente movilizadas para seguidamente señalar su aceptación de la sumisión al líder populista-autoritario.
Lo que resaltó en muchas de las experiencias populistas ha sido su desenlace autoritario. Los gobiernos populistas fueron en casi todos los casos derrumbados por otros de carácter antipopular. Este proceso constituyó un paréntesis de veinte años de autoritarismo en la mayoría de los países de América Latina. Pero este paréntesis no pudo evitar que el compromiso populista bajo el resguardo del Estado intervencionista continuara siendo el referente ineludible de la política y de la economía de la mayor parte de los países latinoamericanos.
La década de los años ochenta marcaron el período de aceleración de los cambios que se produjeron en diferentes esferas en la región. Las sociedades latinoamericanas entraron en un estado “anómico”, en una “dinámica del desorden” que dificultaron las transformaciones necesarias en lugar de posibilitarlas. Esta tendencia se reforzó con un proceso de fragmentación social que generó áreas de exclusión sin control del Estado.
Dos procesos se gestaron simultáneamente. Junto a la apertura democrática que cerró un período de gobiernos autoritarios, se dio una reversión de los ciclos económicos que llevó a la crisis de los modelos de acumulación sustitutivos. El Estado social en sus diferentes expresiones nacional popular, desarrollista y burocrático autoritario dio paso, tras su crisis, a un Estado postsocial o neoliberal que desatendió los derechos sociales y disolvió su interpenetración con la sociedad civil.
Estas reformulaciones de las relaciones trajeron aparejados cambios muy profundos en los diferentes sectores de la sociedad, en su ubicación y en su posibilidad real de demandar y conseguir beneficios. De esta manera, la sociedad estructurada a partir de los moldes estatales populistas encontró que las bases sobre las que se sustentaba habían sido destruidas.
Se desvanecía el modelo que se había desarrollado como interpretación de la comunidad política y de la nación, que había producido la integración de los sectores obreros (no sin rasgos corporativos, paternalistas y autoritarios), y que había generado un consenso societal basado en el crecimiento, la industrialización sustitutiva y ciertos niveles de distribucionismo con incremento de la justicia social. A finales del siglo veinte los moldes corporativos populistas ya no incorporan a los trabajadores.
El interrogante que surgió es si tenía sentido continuar hablando de populismo en los noventa ya que los análisis realizados parecían indicar que no tenía mayor viabilidad en América Latina. Pero podemos realizar otras consideraciones.
Si bien el “patrón societal” caracterizado por las explicaciones clásicas entró en crisis y se volvieron inviables históricamente los moldes propios del populismo latinoamericano, no es menos cierto que a partir de los años noventa, y principalmente en la primera década de nuestro siglo, se gestaron en varios países demandas sociales de liderazgos populistas.
Lo paradójico de esta situación es que se hablaba del fin del populismo al mismo tiempo que se producía su resurgimiento, junto con cambios en las formas de representación.
Este “resurgimiento” se debe a que los principios de identidad son más históricos que estructurales.[3] Tenemos por lo tanto que incluir el análisis de los procesos socioculturales, de los bienes simbólicos como de la producción de sentido que acompaña al conjunto de las prácticas sociales.[4]
La cotidianidad de los sectores “populares”, como de las capas dominantes, en los ámbitos de la familia, el barrio o la fábrica se organizaron con base en los patrones ideológicos y culturales específicos del populismo. Esto nos lleva a pensar que un quiebre “estructural” de su soporte no implica que las modificaciones valorativas también se hayan dado.
Una distinción no menor es que es diferente llamar populista a un movimiento que trata de llegar al poder, que darle ese nombre a un movimiento en el gobierno, o a la manera de operar de un régimen político en una fase determinada.[5]
Estas consideraciones nos permiten pensar que las diferencias entre el “viejo” populismo y el “nuevo” populismo no implicarían formas alternativas de representación, sino el mismo estilo inserto en condiciones histórico-estructurales diferenciales que los limitan, restringen o potencian en menor o mayor medida.
La mayoría de las interpretaciones parten de formulaciones sociológicas para explicar el fenómeno de la falta de autonomía de los sectores populares.
Ahora bien, de esta primera hipótesis desprenden una segunda, la cual es de carácter político, y es la adhesión de las masas populares a los líderes populistas.
Discutimos que de una hipótesis sociológica, que establece condiciones al accionar de los individuos, se desprenda una hipótesis política que es la adhesión al líder. De esta forma las modificaciones en los patrones societales indicarían una subsecuente alteración de los patrones políticos. A nuestro entender aquellas posiciones que parten de los cambios sociales para desprender cambios políticos no permiten visualizar claramente la compleja interrelación entre política, sociedad, cultura y economía. La forma en que se entrelazan las modalidades más extremas o menos extremas de populismo dependen de esta interrelación. Por lo tanto el fin de un modelo de relación Estado-sociedad no nos debe llevar a desprender el fin de un modo de representación como el populista.
La sociedad, el Estado y la economía de América Latina no son las mismas que hace cuatro décadas. Esto no nos puede llevar a considerar sin más el fin del populismo, ni la imposibilidad de su continuidad.
[1] Mutti, V. G., “Las conceptualizaciones clásicas del populismo en América Latina y su actualidad”, en Temas y Debates, Revista de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario, año 5 n° 4 y 5, julio de 2001, págs. 83 a 104.
[2]Germani, G., Política y sociedad en una época de transición, Paidós, Buenos Aires, 1968, pág. 209.
[3]Faletto, E., Rama, G., “Cambio social en América Latina”, en Revista de Pensamiento Iberoamericano, n° 6, 1984, pág. 29.
[4]Dos Santos, M., Calderón, F., Sociedades sin atajos, Paidós, Buenos Aires, 1995, pág. 201.
[5]Nun, J., "Populismo, representación y menemismo", en Borón, Atilio et al, Peronismo y menemismo. Avatares del populismo en Argentina, El Cielo por Asalto, Buenos Aires, 1995, pág. 72
op cit, 1995, pág. 72.

jueves, 29 de mayo de 2008

Ampliar la participación en una participación ampliada

Nos detendremos en un importante dilema que enfrentan los sistemas políticos que como en muchos espacios locales procuran generar una democracia ampliada. Para ello analizaremos un caso relevante como es el de la ciudad de Rosario.

Dando respuesta a las críticas.

El año 2001 fue el momento en el cual las voces se alzaron contra las formas de representación establecidas. Las formas institucionales parecían ya no tener sustento. Las relaciones contractuales privadas se resquebrajaban a punto de no sustentarse ningún criterio de justicia conmutativa. Se licuaban las certezas a la par de los depósitos en los bancos.

Los canales representativos explotaban implosionando. Quienes ejercían esta función no podían mostrarse en público, canalizar demandas, agregar intereses.

Fue en este marco que se incentivó la tendencia a priorizar las relaciones cara a cara, donde la intermediación fuera mínima, donde lo local primara sobre las instancias más generales, provinciales o nacionales. La cercanía parecía remediar la crisis en que nos encontrábamos sumergidos.

Las políticas que se aplicaron para “acercar” los vecinos al Estado buscaban superar el hiato existente.

Así se dio primeramente la institucionalización del presupuesto participativo que tomando experiencias de ciudades de países limítrofes brindó la posibilidad de que los vecinos decidieran sobre una parte de los recursos destinados a sus barrios. Desde ya que esta política estuvo sustentada en la descentralización que previamente se había realizado de la administración municipal.

El presupuesto participativo fue implementado desde entonces y además incorporó la elección de los proyectos para cada barrio por medio del voto electrónico. La democracia participativa era mantenida en el tiempo e incorporaba la tecnología para dar respuesta a los requerimientos sociales.

Además se implementó el Plan Estratégico Rosario donde las principales organizaciones de la sociedad civil pudieron hacer escuchar su voz, colocar en el debate municipal sus demandas y preocupaciones. Esta iniciativa se expandió posteriormente al área metropolitana con lo cual diferentes representantes de la sociedad civil de la región también se incorporaron al proceso.

Las audiencias públicas completaron este panorama dando lugar a que distintos temas particulares pudieran ser debatidos en ámbitos específicos.

¿Y el sistema político?

Paralelamente asistimos a un desdibujamiento de los partidos políticos. Los mismos han perdido cada vez más su rol como aglutinadores de la ciudadanía. Este proceso nos hace preguntarnos, como lo hemos hecho en otras oportunidades, si la crisis es del modelo organizativo de los partidos políticos o si es sólo de la forma en que se han institucionalizado en nuestro país.

Sustentamos que junto a la crisis de largo plazo, a esa mutación epocal de los partidos políticos, debemos colocar las características particulares del momento específico de la evolución de nuestras instituciones.

Es por ello que junto a una cada vez más desarrollada democracia con mecanismos participativos, no podemos colocar a partidos políticos más organizados y sólidos.

Paradójicamente, las iniciativas para acercar en nuestra provincia a los ciudadanos a los partidos políticos trajeron aparejado un mayor divorcio. El ejemplo más explícito fue la ley 12065 modificatoria de la ley Orgánica de Municipalidades. La disminución de los representantes en los municipios de primera categoría implicó un supuesto ahorro del dinero público, pero impactó negativamente sobre la representación plural de las minorías en el Concejo Municipal. La posibilidad de hacer escuchar las voces de los diferentes sectores políticos fue postergada sin reparar en los daños producidos a la construcción más amplia del consenso.

Ciudadanos, vecinos.

Toda democracia representativa consolidada necesita de un sistema de partidos políticos también consolidado.

Es por ello que toda reforma política debe incorporar la posibilidad de que el sistema representativo permita reflejar la pluralidad de las posiciones políticas de la sociedad. Toda reforma de la política debe instituir definitivamente los mecanismos de democracia participativa, extendiéndolos a aquellos temas en los que aun no se ha aplicado y permitiendo que se amplíe a aquellos ámbitos a los que no ha llegado.

Pero además deberá promover definitivamente la posibilidad de constituir a la ciudadanía como el espacio en el cual luchamos por nuestros derechos. En el ámbito local no sólo somos vecinos, debemos ser también políticamente ciudadanos.

Rosario, mayo de 2008.

viernes, 18 de abril de 2008

Currículum Vitae Breve Actualizado 2021


junio de 2021

V. Gastón Mutti

Breve Currículum: Licenciado en Ciencia Política de la UNR y Magister en Ciencias Sociales con orientación en Ciencia Política de la FLACSO Argentina. Doctor en Ciencia Política por la UNR. Cursos de doctorado en la UNED (Madrid) y la UNR.

Profesor titular ordinario de Problemática Política de la carrera de Ciencia Política de la UNER y profesor titular ordinario de Teoría de la Administración Pública II de la carrera de Ciencia Política de la UNR, profesor titular por extensión de funciones de Teoría Política I de la carrera de Ciencia Política y de Relaciones Internacionales de la UNR. Docente de posgrado en la carrera de Especialización en Comercialización y en el Doctorado de la Facultad de Ciencias Económicas y Estadísticas de la UNR; en la Maestría en Ciencias Sociales de la FLACSO Argentina; en la Maestría en Estudios Políticos de la Facultad de Ciencia Política y RRII de la UNR: en la Maestría en Educación de la Universidad del Salvador, en la Maestría en Gestión Pública de la Facultad de Ciencia Política y RRII de la UNR, en la Maestría en Entidades de la Economía Social del Centro de Estudios Interdisciplinarios de la UNR.

Alumno visitante del Instituto Universitario de Pesquisas de Río de Janeiro, becario DAAD (Alemania), e investigador invitado de la Universidad de San Andrés, becario FOMEC, becario programa AUGM Universidad Federal de Rio Grande do Sul.

Director de la Escuela de Ciencia Política de la UNR. Director del Centro de Investigaciones de Políticas Subnacionales (CIPS). Coordinador del Comité de Ciencias Políticas y Sociales  de la AUGM (Grupo Montevideo).

Las principales publicaciones se refieren a las instituciones políticas, las nuevas formas de la política, los regímenes políticos y los sistemas de partidos en el ámbito provincial. Director de proyectos de investigación acreditados por la UNR y la UNER. Consultorías realizadas en CIPPEC, Gobierno de Entre Ríos, CFI.

Por más datos se puede consultar en las siguientes direcciones electrónicas:

http://www.gastonmutti.blogspot.com

http://formasdelapolitica.com