jueves, 11 de febrero de 2016

Homo economicus

"Nadie en sus cabales querría que su hija se casara con un homo economicus (...) Mi opinión personal es que el hombre, especialmente en su etapa presente de desarrollo, requiere ambos elementos heroicos y económicos en sus instituciones, en sus procesos de aprendizaje y en su toma de decisiones; y el problema de mantenerlos en un equilibrio y tensión adecuados es uno de los principales problemas de la maduración para el individuo y la sociedad. El hombre económico es un bobo, el hombre heroico es un tonto; pero en alguna parte entre el bobo y el tonto, si se perdona la expresión, la persona humana guía su vacilante camino." Fragmento de "La Economía como Ciencia Moral" de Kenneth Boulding

miércoles, 3 de febrero de 2016

Postales de la política norteamericana decimonónica II

Extracto de "La historia del niño malo" - Mark Twain 1865. Había una vez un niño malo que se llamaba Jim... aunque si prestan atención, descubrirán que los niños malos siempre se llaman James en los libros de la escuela dominical. era extraño, y sin embargo cierto, que éste se llamara Jim. Tampoco tenía una madre enferma: una madre enferma y piadosa que padeciera tuberculosis, quien quisiera morirse para descansar, de no ser por el profundo amor que sentía por su hijo y por la angustia que le causaba no saber si el mundo sería demasiado duro e indiferente con él cuando ella ya no estuviera. La mayoría de los niños malos de los libros de la escuela dominical se llaman James, y tienen a la madre enferma, quien le enseña a decir el Padrenuestro, y le canta para que se duerma con dulce voz, y luego le da un beso de buenas noches y se arrodilla junto a su cama y llora. Con este niño no ocurría lo mismo: se llamaba Jim, y su madre no tenía ninguna enfermedad: ni tuberculosis ni nada parecido. La madre de este Jim era más bien corpulenta y fuerte, y no era piadosa, más aún tampoco se desvelaba por Jim. Ella siempre le pegaba para que se fuera a dormir, y nunca le daba un beso de buenas noches; por lo contrario, le daba una bofetada cuando ella quería que él se fuese a la cama. (…) Este Jim tuvo una vida encantadora, así debe de haber sucedido. Nada podía lastimarlo. Incluso al elefante del bazar Jim le puso un rollo de tabaco, y el elefante no lo golpeó en la cabeza con la trompa. Buscó en el armario esencia de menta, y no bebió ácido nítrico por error. Robó la escopeta de su padre y salió a cazar en el día del Señor, y no se disparó tres o cuatro dedos de la mano. Una vez, enojado, golpeó con el puño a su hermanita en la sien, y ella no quedó postrada durante largos días de verano, ni murió con dulces palabras de perdón sobre sus labios que multiplicaran la angustia de Jim. No; la hermana se recuperó. Jim se fugó y por fin entró a la marina, y no regresó ni se encontró triste y solo en el mundo, con sus seres amados muertos y enterrados en el silencioso cementerio y la casa de su infancia, que solía estar adornada con vides, en ruinas. No, no: volvió a su casa borracho como una cuba y su primer destino fue la comisaría. Pasaron los años y se casó, y formó una enorme familia, cometió un número infinito de tropelías, se enriqueció robando a todo el mundo y no hubo vicio que no practicase; en la actualidad es el peor sinvergüenza del pueblo que lo vio nacer, y es respetado en todas partes, y representa a su país en el Congreso.

Postales de la política norteamericana del siglo pasado I.

Extracto del texto "Sinatra está resfriado" de Gay Talese. "Una excepción notable era Dolly, la madre de Frank Sinatra, una mujer alta y muy ambiciosa, que sus padres habían traído a América de dos meses. El padre era litógrafo en Génova. Más tarde, Dolly Sinatra, con su cara colorada y redonda y sus ojos azules, era a menudo tomada por irlandesa y sorprendía a muchos por la rapidez con que lanzaba su pesado bolso contra el primero que dijera “wop”. Valiéndose de su habilidad política dentro de la máquina democrática del norte de Jersey, Dolly Sinatra iba a convertirse en una especie de Catalina de Médicis del Tercer Distrito de Hoboken. En periodo de elecciones se podía contar con que ella conseguiría reunir hasta seiscientos votos en su barrio italiano, y en esto se basaba su poder. Cuando dijo una vez a uno de los políticos que quería que su marido ingresara en el cuerpo de bomberos de Hoboken y éste le contestó: “Pero, Dolly, no hay ninguna plaza vacante”, ella rebatió: –Hágala. EE Y la hicieron. Algunos años más tarde pidió que el marido fuera ascendido a capitán de bomberos, y un buen día recibió una llamada telefónica de los mandamases políticos que empezó: –Enhorabuena, Dolly. –¿Por qué? –Por el capitán Sinatra. –Oh, por fin lo han ascendido. Muchas gracias. Seguidamente llamó a la estación de bomberos de Hoboken. –Quiero hablar con el capitán Sinatra –dijo. El bombero llamó al teléfono a Martin Sinatra, diciéndole… –Marty, creo que tu mujer se ha vuelto loca. Cuando él tomó el auricular, Dolly lo saludó: –Enhorabuena, capitán Sinatra."