lunes, 20 de junio de 2011

El análisis de las prácticas electorales

“En primer lugar quisiera darles la bienvenida a aquellas personas que nos visitan y decirles que realmente la Facultad se siente muy congraciada con su presencia y también con que en ella puedan desarrollarse este tipo de discusiones. En segundo lugar, hacerles llegar el saludo de la Sra. Decana y de la Secretaria Académica de la Casa, las cuales agradecen la oportunidad que le dan a la Facultad de Trabajo Social, de poder ser una de las sedes de estas actividades.
En lo personal, creo que compartimos este criterio con Alberto Ford que me acompaña, estoy muy agradecido por la invitación que me hacen, en primer lugar el Concejo Deliberante de la ciudad de Paraná, en segundo lugar ambas instituciones organizadoras a nivel académico como son: por un lado la Universidad Católica Argentina, por otro la Universidad Nacional de Entre Ríos, como también las otras asociaciones que se suman en esta experiencia, que son la Sociedad Argentina de Análisis Político (SAAP), la Asociación Civil de Estudios Populares y la fundación Konrad Adenahuer. Sin la colaboración de todas ellas probablemente estas actividades no se reañizarían y son para nosotros una gran oportunidad para poder exponer las investigaciones, que muchas veces en nuestro día a día docente no necesariamente volcamos en las aulas y en las que trabajamos cotidianamente.
En este panel vamos a realizar dos exposiciones en las que se abordan aspectos diferenciados del tema específico que nos convoca hoy, el cual es el problema de participación ciudadana y fortalecimiento de la democracia.
En lo referente a mi exposición, está relacionada con un proyecto de investigación que desarrollamos desde el año 2005. Se enfoca en el estudio y en el análisis de los comicios por medio del método etnográfico. A partir de las observaciones realizadas y de su evaluación posterior, hemos avanzado en algunas definiciones que nos han permitido plantear algunas conjeturas sobre los modos de ejercicio del voto para definir un conjunto de hipótesis que se han sometido a verificación.
Este método, típico de la antropología, nos da la posibilidad de hacer observaciones densas y con ellas describir, analizar y comparar cómo se desarrollan ciertas prácticas sociales. En nuestras investigaciones lo hemos adoptado para el desarrollo de la ciencia política y en dicho estudio nuestra preocupación fundamental ha sido cómo votan los ciudadanos.
La pregunta que nos realizamos no es qué votan, ni cuáles son sus intereses ideológicos. Tampoco es cómo se desarrollan los debates al interior de las distintas propuestas políticas.
Nuestra interrogación es diferente, es cómo votamos, cómo ejercemos la ciudadanía el día de los comicios. A lo largo de los últimos años, en la literatura de la ciencia política, se ha desarrollado de una forma muy activa la idea de que en todas las elecciones el componente clientelar es un elemento fundamental. En otras palabras, mucha de la literatura que se ha generado en ciencia política habla de que a los votantes siempre se los lleva, se los acompaña, se los induce, se los utiliza de una forma particularista.
Y este interrogante nos parece relevante porque había contados estudios, o no había en muchas provincias, que se hubieran realizado de una forma continua en la cual pudiéramos comparar hasta qué punto esta afirmación que la literatura politológica hace es verdadera o falsa.
Por ello, se empezó a trabajar en las elecciones del 2005, continuando en las del 2007 y en las del 2009, con períodos de preparación de observadores, con el estudio de cuáles eran las variables a ser observadas y, a su vez, con la posibilidad de establecer ejercicios comparados sobre estas observaciones.
Es así que ya en el año 2005, coordinados por un grupo de universidades entre las que figuraba la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Nacional de Cuyo, la Universidad Nacional de Santiago del Estero y la Universidad Nacional de Rosario, nos abocamos al estudio de comparar la manera como se comportaban los distintos actores de los comicios, a lo largo de una jornada electoral en lugares tan dispares como: Ciudad de Buenos Aires, La Matanza, Rosario, Villa Constitución, Santiago del Estero, Mendoza y Godoy Cruz. Se observaron con posterioridad las particularidades o las similitudes que dichos actos eleccionarios nos brindaron.
Desde ya partíamos de algunas hipótesis. Estas eran, en primer lugar, que había una diferenciación muy clara sobre el cómo se votaba según los segmentos de ingresos en la sociedad argentina, con lo cual, prima facie, los sectores con menor poder adquisitivo iban a tener una mayor propensión a comportamientos ligados con el clientelismo político, mientras que entre los sectores con mayores ingresos económicos iba a corroborarse una tendencia justamente inversa. Esta es una hipótesis que había que demostrar, corroborar o falsear.
La segunda hipótesis tenía que ver con que esta correlación era mucho más fuerte cuando nos trasladábamos del centro a la periferia. Así, parecía que en La Matanza y en Santiago del Estero el clientelismo iba a ser mucho más grande que en otros centros urbanos. Pensemos que en el 2005 todavía gobernaba en Santiago del Estero el juarismo y la hipótesis sostenía que allí encontraríamos componentes clientelares mayores que los que podíamos hallar, por ejemplo, en Mendoza capital.
Para este análisis un dato fundamental fue la selección de los lugares de observación. Obviamente, como en posible imaginar, esto trae aparejado algunos problemas puntuales. El primero es el financiamiento para hacer estas observaciones, puesto que movilizar una gran cantidad de observadores implica contar con cierto nivel de recursos para realizar estas investigaciones. Esto ha llevado a que, en el año 2007, algunas de las provincias incluidas en 2005 interrumpieran sus trabajos de investigación en el proyecto. En cambio en la provincia que estudiamos, la de Santa Fe, hemos continuado haciéndolo hasta 2009.
Por otra parte, otra precaución que tomamos fue que debíamos entrenar muy bien a los observadores porque, como ustedes saben, toda observación puede estar “contaminada”. Esto significa que quien observa se maneja más con pareceres, con suposiciones, y que no se dedica a saber si la verdad o la falsedad de estas hipótesis pueden ser demostradas. Y no corregir esto es un problema porque pasamos de buscar demostrar algo a intentar corroborar lo que al observador le interesa. Esto es intentar que la realidad se amolde a nuestros supuestos, recortándola de una manera determinada que permita, según lo que queramos, ratificar lo que nos parece. Así, por este camino equivocado, en nuestro supuesto original, ya encontramos la realidad que está implícita en el mismo.
Para ello se definieron los distintos establecimientos educativos donde se efectuaban las observaciones. Se seleccionó primero los colegios por su ubicación geográfica: del centro, de la periferia, alejados del propio núcleo urbano; además aquellos donde hubieran mesas masculinas y femeninas. Se escogieron observadores internos y externos a los establecimientos. Los últimos tenían como tarea recorrer el barrio dos cuadras a la redonda del lugar donde se votaba. Esto se fundaba en que nos importaba observar cómo se empezaban a desarrollar redes políticas, de amistades, o clientelares, por fuera de los establecimientos donde se realizaban los comicios.
Los observadores deben actuar neutralmente, están sentados en una silla y no participan del acto eleccionario. Al inicio del día son una rareza y luego se convierten casi en una especie de “parte de los comicios”, interactuando con las personas encargadas del acto. Como ejemplo basta la pregunta realizada por un policía cuando estábamos retirándonos de la observación: señaló, “¿qué nota me saqué?”. Con lo cual, esto significaba para él responder a cómo estuve o representé la función que tenía que representar.
Pasemos a comentar algunas de las constataciones realizadas.
Como es de conocimiento generalmente en los lugares de votación solamente pueden estar presentes las autoridades de mesa, las personas encargadas de la seguridad de los comicios y a su vez una persona que, si bien no tiene ninguna función concreta, es una de las que más incide sobre el desarrollo de las elecciones: la autoridad encargada del colegio.
Con lo cual a través de la investigación se empezó a describir una trama de relaciones de poder al interior de los comicios que muchas veces alteraba incluso el mismo poder que la legislación les da a los presidentes de mesa. Éste se veía sobrepasado por el Director o la Directora de dicho establecimiento o por la función ejercida por las fuerzas policiales o de la Prefectura o la Gendarmería.
Este accionar era diferente en los distintos lugares observados, y cuando más nos alejábamos de los locales céntricos, generalmente la función que les correspondía a estas autoridades del colegio y de la seguridad era cada vez mayor. Tanto es así que, muchas veces, las personas a quienes recurren los propios presidentes de mesa para evacuar las dudas que tienen que ver con el acto comicial, son las autoridades de seguridad del establecimiento o la Directora o Director del mismo.
Esto es importante porque, de lo que nos está hablando, es que, queramos o no, la praxis de la democracia en el día de la votación está alterando incluso la forma en la cual la propia legislación fija el rol que le corresponde a cada una de estas figuras. El rol de las fuerzas de seguridad no es aconsejar, no es decir cómo se llena la planilla, no es comentar cómo deben o no estar cada uno de los cuartos oscuros organizados, ni quien votó o no. La función del Director del colegio tampoco es esa, pero, evidentemente, en el acto mismo de las elecciones tenemos este tipo de alteraciones de la jerarquía que a cada uno le corresponde.
Tal es así que hemos registrado distintos tipos de expresiones que fueron utilizados y muchas veces hasta por los propios presidentes de mesa. Por ejemplo, éstos comentan a los fiscales del partido A o B: “Hacelo vos que sos el que sabés”. O en el caso de las dificultades que tuvimos con las fuerzas de seguridad para que se permitiera el acceso a los lugares de votación a los miembros de los equipos de observación, como por ejemplo en la ciudad de Reconquista en la provincia de Santa Fe.
Y al destacar estas formas de relación, muy típicas de los comicios, no se está diciendo que allí haya fraude, que allí se cometieron irregularidades, simplemente se constata que se está modificando la jerarquía propia de las autoridades de mesa que la legislación fija a la hora del ejercicio del voto.
Esta manera de comportarse está acompañada por una falta de entrenamiento de las autoridades de los comicios. Ellas, que son designadas para las distintas funciones, no necesariamente coinciden con personal docente de los niveles primario secundario o terciario. Es conocido que esta es una tarea para la cual los ciudadanos designados no están necesariamente capacitados.
Si a esto se le suma lo engorroso de los sistemas electorales utilizados a lo largo de los últimos veinte años en las distintas provincias argentinas, la situación sólo logra complejizarse. Como ejemplo tenemos que en muchas de nuestras provincias una de las formas de elección de candidatos correspondió con el sistema electoral de la Ley de Lemas. Pero esa ley coexistía con otros sistemas teniendo que plantearse conteos diferentes de los sufragios.
Así, cuando se están eligiendo los cargos del Ejecutivo nacional y de los diputados y los senadores de ese nivel, conjuntamente con los de la provincia o, en el caso, también de las localidades, se han llegado a aplicar tres o cuatro sistemas de selección de candidatos que están funcionando a la vez. El de mayoría coexiste con el proporcional pera además se suman otros criterios como son la representación territorial o con la forma de contabilizar la sumatoria de votos a los partidos y a los candidatos.
Con ello, la complejidad en estos puntos del sistema electoral hace que muchas autoridades inexpertas de los comicios consientan o promuevan la alteración de la jerarquía delegando las decisiones al personal de seguridad, a quien sea encargado del local de votación o a algún, o algunos, fiscales de los partidos políticos con experiencia previa.
Estas situaciones son fundamentales para comprender las complejas interacciones de las cuales hablábamos. Al observar el accionar de los fiscales generales, de los fiscales de mesa, analizamos también cómo los partidos políticos estructuran su organización para maximizar la cantidad de votantes que puedan tener sus propias listas, lo cual es absolutamente lógico y esperable que así sea. Vamos a encontrar, sin embargo, que en esta función es algo que se va modificando a lo largo del proceso electoral, y las tensiones muy fuertes que se producen al inicio de la mañana terminan desapareciendo durante el transcurso del día y sólo retornan, en contados casos, cuando toca el timbre del colegio a las dieciocho y se inicia el proceso de escrutinio.
Es interesante lo descripto porque en última instancia estas observaciones nos están hablando de un conjunto de instituciones informales, no escritas, pero que son práctica común de nuestras elecciones. Y esto es lo que podemos entender y observar a través de la etnografía electoral.
Hemos constatado en las observaciones que, como ejemplo, en el recuento del cuarto oscuro, en algunos casos había diferencia en la cantidad de votos que se sufragaron con la cantidad de papeletas en la urna. Entonces, surgía una especie de acuerdo tácito entre todos los participantes para asentar dicha diferencia como voto blanco y retirarse más rápido del escrutiño. Es decir, se rellenaban las propias planillas completando cuando faltaba un voto o había una diferencia entre diputados y senadores, o concejales e intendentes, o tenía que dar 90 y se contaban 89.
Esta forma de resolver las diferencias en los cómputos, terminaba siendo aceptada por los distintos partidos, con lo cual nos sugiere varias lecturas. Primero, que hay que ser muy cuidadoso con estos porcentajes, porque pueden reflejar un problema de cómputos, más que un problema de intencionalidad de los votantes el hacerlo en blanco. Hay que ser prudente cuando los leemos ya que pueden no reflejar la voluntad de los ciudadanos.
Otra importante constatación es que la cultura política, que se relaciona con prácticas que podríamos denominar clientelistas, es independiente de las ideologías políticas de los partidos que las practican. Desarrollemos este aspecto.
En este punto hay datos que surgen de la observación y que son muy interesantes. Como ejemplo se puede comentar la gran dificultad que tuvo la investigación en el caso de la ciudad de Santiago del Estero para poder trasladar los observadores hasta los colegios designados. Esto se debía a que la totalidad de los remises y taxis estaban alquilados por los partidos políticos (en relación con sus posibilidades económicas) dedicados al transporte de ciudadanos para la votación.
Es por ello que ha sido particularmente muy útil e interesante observar en las elecciones la característica que ha tenido el traslado de pasajeros. Y aquí volvemos a la palabra clientelismo que hemos señalado. Cuando uno utiliza este concepto, y esto ha sido muy estudiado en los últimos años en las ciencias sociales, no tenemos que entenderlo necesariamente como que hay un beneficiado y un perjudicado en la transacción. Lo que estamos definiendo en la relación de carácter clientelar es que ambas partes buscan obtener un beneficio de la acción que están llevando adelante. Entonces, es muy común ante personas que equivocaron el colegio donde tenían que votar la expresión siguiente: “Si a mí no me llevan, yo no voto”. Y los observadores, que se dedicaban a tomar nota permanentemente, registraban expresiones como: “Si no me llevan, no voy” o “Yo ya vine hasta acá pero me tengo que volver a mi casa ¿cómo hago?” o “Me está esperando -tal medio de transporte-“ para retornar a mi lugar de origen.
Este fenómeno está absolutamente relacionado con la práctica de la democracia en muchas regiones de nuestro país. Sin embargo esta situación no se puede corroborar parejamente en todas las ciudades, ni en distintas zonas de una misma ciudad.
Así, generalmente en ciudades más grandes encontramos que el comportamiento en los colegios del centro urbano es menos propenso al traslado de votantes que en los establecimientos más alejados de los mismos.
Esto se comprueba, pero por ejemplo tenemos el caso de la Facultad de Derecho en Santa Fe, en el centro de la ciudad, donde en las últimas elecciones para gobernador de la provincia se trasladó en móviles partidarios a un importante volumen de votantes. Con lo cual nuestra hipótesis se debilita dado que en ella también se debe tener en cuenta la manera en la que están relacionadas las circunscripciones electorales con los colegios elegidos para el acto.
Particularmente en las elecciones del 2005, en la observación de La Matanza el componente del traslado de votantes era muy común en todos los cinturones. Como ustedes saben, en ese partido hay una distinción en tres sectores territoriales en los cuales, cuando más nos estamos internando en la Provincia de Buenos Aires y separando de la Avenida General Paz, nos vamos acercando hacia mayores niveles de marginalidad. Allí encontramos niveles de pobreza más elevados.
Pero el caso extremo se encontró en la ciudad de Santiago del Estero donde el patrón de traslado de ciudadanos estaba absolutamente naturalizado como un componente más de la democracia. Por lo tanto, la Trafic con el número de boleta o el taxi con el número de candidato o el remis con una identificación, era una situación absolutamente naturalizada en el ejercicio electoral.
Desde ya que también esta situación se encontró en otras localidades como puede ser la ciudad de Villa Constitución o Reconquista o en la ciudad de Rosario.
Un último ejemplo se encuentra en que también hemos constatado el reparto de bolsones de comida, anterior o posteriormente a la elección. Se verificó la existencia de locales partidarios en los cuales la manera que se tenía de poder incentivar al voto era de una forma clientelar extrema, justamente amparada en la posibilidad del reparto de un determinado bien. Se trataba de entregar comida o ropa como contraprestación por el ejercicio del voto a favor de una lista determinada.
En la ciudad de Villa Constitución, los observadores externos a los comicios verificaron que ciertos votantes de un local de votación se dirigían, con posterioridad a emitir el sufragio, a un local partidario en el cual le entregaban un bolsón como contraprestación del voto emitido. El partido político cumplía con el ritual que se había iniciado con el traslado del ciudadano y continuaba con la entrega de la boleta que se debía depositar en el sobre. Estas constataciones demuestran cómo hay tácticas clientelares que conviven con nuestra democracia.
Para cerrar nuestra intervención nos preguntamos: ¿Qué nos permiten demostrar estas observaciones? Lo que nos permiten es corroborar qué muchas veces funcionamos con una idea de democracia que se sustenta sólo en un deber ser que no necesariamente va a estar plasmado como tal en la praxis democrática. En segundo lugar se pone en cuestión uno de los supuestos elementales de los que partía la teoría de la democracia en el siglo XVIII, este es que el ciudadano tiene que ser informado y educado. Se observó que, aunque no implica la ausencia de una doxa democrática, simplemente se priorizan en muchas oportunidades prácticas de contraprestación entre el voto y algún bien o servicio que se da como contrapartida, aunque sea el traslado. En tercer lugar lo que corroboramos es que estas prácticas están muy extendidas en la cultura política de nuestro país y que vamos a tener que reflexionar sobre las mismas si queremos mejorar cierta calidad de la ciudadanía existente. Por otro lado, también hecha luz sobre las características que queremos darle a la ciudadanía, en el sentido del ejercicio de los derechos con libertad, a partir de ciertas maneras de observar la realidad social, política, económica, cultural por parte de los ciudadanos.
Por último también es necesario pensar, y esto es una función especial de los que se dedican al ejercicio de la política, que la democracia es mucho más que las reglas establecidas en las normas jurídicas. Que la democracia también implica otras prácticas existentes, reproducidas a lo largo del tiempo, que por eso mismo, se convierten en instituciones de carácter informal, que no están relacionadas con nada escrito pero que hacen también a una función elemental que es la selección de candidatos, de aquellos que nos van a gobernar. Por lo tanto, observar estas maneras informales de relacionamiento político a través de la democracia nos permite entender aún más cómo nos comportamos.
Para concluir considero que debemos ser muy cuidadosos con las afirmaciones que surgen de nuestros estudios sobre las prácticas clientelistas. ¿Por qué? Porque como dije, estas relaciones implican dos partes interesadas en vincularse, aunque con diferente poder una sobre la otra. Esto no es solamente una práctica que le podemos cuestionar a los partidos políticos, esto es algo que también se enraiza en la ciudadanía. Por eso, no es un tema en el que fácilmente podamos separar entre buenos y malos. En cambio debemos observar cómo nos comportamos y cómo podemos corregir la manera de ejercer los derechos políticos para así profundizar la forma en que nos manejamos democráticamente.
Agradezco la atención. Muchas gracias.”

Para ser publicado en "Desde el Fondo" Facultad de Trabajo Social UNER- Honorable Concejo Deliberante de Paraná.