Para analizar la sanción de la legislación y la implementación
de la Boleta Única debemos considerar qué aspecto del sistema electoral estamos
observando.
Como es
conocido, y ha sido señalado por muchos especialistas, los sistemas electorales
implican diferentes etapas en su instrumentación que conllevan distintos
momentos que deben ser diferenciados.
Así, dan forma a la presentación de las ofertas políticas en una elección
y producen como resultados electorales una manera de adjudicación de puestos.
Es decir influyen en la votación al poner en situación de decidir a los ciudadanos
ante las alternativas de elección.
Pero además
producen efectos electorales diversos ya que los resultados de los comicios dependen
del tipo de regulación de la representatividad. De esta manera, ésta puede
aceptar o no situaciones como la reducción de partidos o los pisos electorales para
que un candidato acceda a una banca.
Otros fenómenos
sobre los que inciden los sistemas electorales son la politización ideológica y
política, la estructura interna de los partidos, las formas de representación
de los intereses y de la participación política, el tipo de competición
política y los modelos de campañas. En suma actúan sobre la legitimidad del
sistema político (Nohlen, 2009, 2).
De esta manera es relevante
diferenciar cuatro áreas en las cuales los sistemas electorales establecen
normas. La primera de ellas define la relación entre los votos y los escaños,
en otras palabras cómo se convierte la voluntad ciudadana en lugares en los
órganos legislativos. La segunda, rige sobre la distribución de las
circunscripciones electorales, es decir las diferentes organizaciones
territoriales que son establecidas. En tercer lugar, la definición de las
candidaturas, de las formas por medio de las cuales los políticos deberán
ofrecerse a la ciudadanía en el “mercado político”. En otras palabras fijan las
condiciones para que un conjunto de ciudadanos pueda ser constituido y considerado
un partido político. Por último, el proceso mismo de la votación (Nohlen, 1995,
47).
Al estudiar la implementación de la Boleta
Única, por lo tanto, hacemos referencia sólo a una parte, aunque sea
importante, de este último aspecto, y a una pequeña fracción dentro de las
demás cuestiones que define el sistema electoral. Este dato es de suma
importancia dado que existe una tendencia recurrente en las argumentaciones de
los líderes políticos, como también de académicos, periodistas o de la
ciudadanía, en achacar a uno de los aspectos del sistema electoral, o unos
pocos, las causas de los fenómenos de, por ejemplo, la crisis de la representación
o de las estructuras partidarias.
Todos los debates sobre reformas de los
sistemas electorales, o de partes de ellos, han tenido como un elemento
argumental fuerte la idea de mejorar la relación entre los electores y los elegidos.
Como señala Hanna Pitkin en los tiempos modernos “…casi todo el mundo quiere
ser gobernado por medio de representantes (…); toda causa o grupo político
desea una representación; todo gobierno se precia de representar. Y al mismo
tiempo, nos inquieta la diferencia que existe entre instituciones
representativas reales y falsas, así como las variadas y competitivas formas en
que la representación puede ser institucionalizada (Pitkin, 1985, 2).
En
otras palabras se busca recuperar la representatividad de la representación aumentando
el “grado de cercanía y conocimiento del representante por parte de los
electores y de un mayor o menor compromiso del elegido con sus electores”. Esta
posición se ha traducido, en el nivel normativo, en la alternativa entre el voto
en el cual se pueda distinguir al candidato versus el voto por la lista partidaria.
“Lo que se discute es la representación política en su dimensión individual:
que el elector se siente representado y el elegido se siente vinculado a su
electorado y responde responsablemente” (Nohlen, 1992, pág. 398).
Sin embargo, en las discusiones no
puede dejarse de lado el hecho de que al tomar la decisión de modificar el
sistema electoral, o una de sus partes, las distintas
fuerzas políticas incluyen en dicha opción una evaluación de los costos y los beneficios
que ese cambio podría implicarles. Así, buscan utilizar en su provecho, hasta
las últimas consecuencias, esas modificaciones de los mecanismos electorales.
No obstante, estos cambios deben ser
entendidos en el contexto que configura la totalidad del sistema electoral, ya
que aún una variación menor o parcial debe interactuar con el conjunto de la
normativa constitucional y electoral existente.
Para dar un ejemplo de cómo la implementación de un cambio
normativo puede ser diferente en distintos contextos tomemos el caso de la Provincia de Santa Fe. Así, en ella se superponen dos decisiones
respecto del sistema electoral.
La primera es la de desplazar la selección
de los candidatos desde los partidos políticos a la voluntad de la ciudadanía
en su conjunto. Esto se da por medio de la sanción en el año 2004 del sistema
de internas abiertas obligatorias y simultáneas para los partidos políticos y
semi obligatorias para los ciudadanos. De esta manera se sostiene el criterio
de que son los electores quienes se convierten en los árbitros de las disputas
partidarias para la selección de las candidaturas. Como ha sido argumentado
desde diversas lecturas esta práctica acentúa la cada vez mayor debilidad de
los partidos políticos de la provincia.
La segunda
decisión es la implementación de la Boleta Única que analizamos. En ambos casos
el argumento inicial se sustentó en mejorar las condiciones de
representatividad de los candidatos electos. Sin embargo la manera en que se
retroalimentan ambas decisiones legislativas diferencia la implementación de la
boleta única en esta provincia respecto de la de Córdoba.
Sin embargo,
no debemos olvidar que todo sistema electoral debe actuar en el marco de un
sistema de partidos. Por ello, como ha sostenido Nohlen, en lo referente al
sistema de partidos, la materialización de una opción de técnica electoral no
depende sólo de que el legislador tome una decisión al respecto. Se deben
incluir también otras variables históricas y sociales. “Así se explica por qué
en el debate institucional, ligado a las opciones constitucionales o en la
consultoría política, generalmente no se toma en cuenta el factor sistema de
partidos. El campo de acción está restringido a la forma de gobierno y al
sistema electoral. Asimismo, la variable sistema de partidos puede considerarse
una función de las opciones tomadas respecto a las opciones institucionales.
Así, en buena parte de los trabajos de ciencia política, el sistema de partidos
no es tratado como variable independiente (como las variables institucionales),
sino como una variable cuya conformación depende de las variables
institucionales. Sin embargo, el sistema de partidos es un factor decisivo
respecto de los resultados que exhiben y las apreciaciones valorativas que
merecen los elementos institucionales (…) La tesis que tal vez mejor refleja
este pensamiento, es que la política, la historia y las estructuras sociales
tienen mayor incidencia que las instituciones“ (Nohlen, 1996, 21).
El sistema de partidos se convierte
en un nexo entre las instituciones, la historia y las estructuras sociales.
Destacados estos aspectos sobre los
que hay que reparar al momento de analizar los cambios electorales pasaremos a
destacar cuáles fueron los principales argumentos favorables y desfavorables
respecto de la Boleta Única.
Argumentos utilizados sobre la Boleta Única.
Como
ya hemos señalado, entre los argumentos favorables o desfavorables se destacan algunos
que refieren directamente a la Boleta Única, mientras otros se relacionan con
otros aspectos o diferentes momentos del sistema electoral.
Entre
estos últimos encontramos en primer lugar el argumento de la transparencia, del
buen funcionamiento de las instituciones, de la seriedad y del respeto a la
voluntad popular. Con relación a esta justificación es importante decir que
estos “atributos” exceden a la singular experiencia de la Boleta Única ya que
todo sistema electoras debe poseerlos, y si así no lo hace incurre en la
acusación de ser fraudulento. En otras palabras, si estas fueran
características propias de la nueva legislación sancionada, las contiendas
electorales desde 1983 hasta nuestros días, tanto en las provincias como en la
Nación, estarían viciadas desde el origen.
De esta manera, los encargados de implementar la
nueva modalidad de votación permanentemente indicaban que “todo el acto
eleccionario transcurrió con normalidad”, lo cual es un estímulo para
corroborar primeras o segundas instancias de su práctica, pero no una
particularidad del mecanismo empreado.
Sin embargo, y a pesar de los temores, la legitimación
obtenida en las primeras pruebas realizadas con la Boleta Única fue muy
importante. Como se señala en los informes y encuestas realizadas hubo una aceptación
generalizada del mecanismo por parte de los ciudadanos, los cuales se adaptaron bien a la nueva práctica, y la encontraron
sencilla de utilizar. Además, la cantidad de votantes que concurrieron a emitir
su sufragio no reveló cambios significativos respecto de las elecciones
anteriores. De esta manera en las provincias de Santa Fe y Córdoba cerca
de cinco millones de ciudadanos (de veintinueve millones que tiene el padrón
del país), estuvieron en condiciones de votar para cargos electivos vía la Boleta
Única.
Esta situación llevó a que las autoridades electorales sostuvieran
que nadie se
arrepiente del cambio, que no hay marcha
atrás y que su adopción da resultados positivos ya que sanea el modelo de
sufragio.
Desde una lógica instrumental de la organización de los
comicios, se sostuvo que en el momento de sufragar los electores ya no tendrían
que padecer colas y esperas interminables.[1]
Sin embargo, algunos aspectos fueron cuestionados. Entre ellos, al que consideramos
más relevante, es el que sostiene, tanto en Córdoba como en Santa Fe, que es
necesario diferenciar con precisión las categorías a votar. En el caso cordobés
por las dificultades ocurridas en la utilización del casillero “lista
completa”; en el caso santafesino por la no clara distinción de las boletas de
cada categoría por ser sus colores similares y las letras que las identificaban
no tan visibles.
Otro argumento es
el que indica que el mecanismo es superador gracias a que el diseño y la impresión
de las boletas es responsabilidad del Estado. Con relación a este punto es
importante recordar que el mismo subsume diferentes cuestiones. En primer lugar
que al ser el
Estado el responsable de imprimir, distribuir y manipular las boletas, está asegurado que donde llegan las urnas llega la oferta
electoral completa. Este es un argumento muy importante para el funcionamiento
del sistema electoral dado que garantiza la posibilidad de que los electores
puedan optar entre la totalidad de la oferta de candidatos. Además, es muy
importante principalmente para aquellos partidos políticos que por su menor
inserción o desarrollo no pueden cumplir con acercar las boletas, cuando la
autoridad electoral no lo hace, a todos los lugares de votación.
Sin embargo también sería posible la impresión
garantizada por el Estado de las denominadas boletas sábanas horizontales.
A esto se adiciona que la impresión de los
votos ya no es una responsabilidad de los partidos políticos. Esto también es
un avance muy importante en relación con la transparencia en el manejo de los
fondos públicos por parte de los partidos. Se impide así una práctica muy común
entre las fuerzas políticas que es la de recibir del aporte oficial una suma de
dinero mayor que la finalmente destinada para la impresión de las boletas. De
esta manera el sistema se convertía en una forma de financiamiento partidario
espurio y en un negocio que generalmente se diseñaba desde partidos sin
vocación representativa pero que se presentaban a las elecciones.[2]
Sin embargo, nuevamente, esta no es una virtud sólo de la Boleta Única, sino de
un cambio en la forma de financiar la impresión de los votos.
No obstante dos efectos que evidentemente
tiene la implementación de la Boleta Única es que garantiza que se evita el hurto, o como
se dijo el faltante, de boletas, y que hace desaparecer la posibilidad de colocar en el cuarto oscuro papeletas no válidas que
lleven a la confusión del elector. De esta manera se ha sostenido que el acto
electoral se torna más fácil de fiscalizar ya que los partidos no tienen que
estar controlando si existen esas prácticas.
Sin embargo, estas acciones que buscan la
confusión del elector, pueden ser remediadas sin la aplicación de este nuevo mecanismo,
por medio de la acción de las autoridades de mesa y de la fiscalización de los
partidos políticos como se hace en las elecciones nacionales y en muchas
provincias.[3]
Debemos adicionar como debate, a partir de la
sanción e implementación de la ley de Boleta Única, el relacionado con el voto
en blanco.[4]
Esta categoría de voto ha sido interpretada de
manera diferente en las dos legislaciones provinciales. La discusión se centra
en si esta decisión ciudadana es una omisión o una acción explícita del
sufragante. Así, en el primer caso, asemejándose a la emisión de un voto en un
sobre vacío sin ningún elemento extraño a los comicios o con un papel en
blanco, el voto blanco en la Boleta Única es la omisión de expresar con un
símbolo la preferencia electoral. Dejar la boleta sin marcas. En la segunda
manera de legislar, el voto blanco es la decisión explícita del votante en un
casillero destinado al efecto.
Antes de los actos comiciales se especulaba
que el número de votos blancos sería muy superior a la media de las elecciones
precedentes. Los argumentos se sustentaban en el desconocimiento por parte de
la ciudadanía del mecanismo de votación. Además ésta era una argumentación que
no dejaba de tener una coloración política dado que eran las oposiciones
provinciales quienes la enarbolaban.
No obstante las elecciones con Boleta Única no
mostraron una tendencia marcadamente diferente respecto de los índices de voto
blanco expresados en cada una de la provincia desde el 2001.
Es necesario destacar que sí incidió sobre el
porcentaje de voto blanco la decisión legislativa en la diagramación de la
Boleta Única. En el caso de Santa Fe al separar las categorías electorales en papeletas
distintas, en el caso de Córdoba al hacerlo en una sólo hoja pero dando la
opción de “lista completa”.
En Santa Fe a los electores se le entregaban,
en el caso de las intendencias, cinco papeletas las que deberían ser marcadas
individualmente, sin embargo esta forma de emitir el sufragio potenció que el
elector colocara principalmente la atención en las figuras “ejecutivas” con
mayor exposición pública en las campañas. Así, las
categorías que menos votos blancos (y nulos) obtuvieron fueron las de los
cargos ejecutivos provinciales donde el conocimiento de los candidatos ayudó a
la opción del electorado. Sin embargo en las demás categorías los porcentajes de
voto blanco fueron mayores. En el caso de las elecciones para intendentes de
los dos grandes centros urbanos los porcentajes agregados de ambas categorías mostraron
una media cercana a la histórica. De la misma manera se comportaron las
votaciones para los Concejos Municipales. No obstante, como generalización, en
el caso de las intendencias de segunda categoría y en las comunas la relación
de carácter más personalizada permitió que el porcentaje de votos blancos y nulos
fuera similar al de los cargos ejecutivos provinciales. En relación con la
elección de los senadores provinciales, que es una institución con un gran peso
y prestigio fundamentalmente fuera de los grandes centros urbanos, se mostró
que hay una clara relación entre la disminución de la dimensión de los centros
urbanos, la mayor importancia de estos cargos electivos y la menor cantidad de
votos blancos y nulos allí registrada. De esta manera, según los departamentos,
estas se constituyeron en elecciones similares a las ejecutivas.
Tal vez, el dato
más importante se encuentre en las elecciones a los diputados provinciales
donde la suma de votos blancos y nulos, tomando a la Provincia como distrito
único, fue más importante, superando incluso en la primera vuelta electoral a
todos los contendientes individualmente.
En el caso de
Córdoba la decisión de la diagramación de la boleta, que incluía la columna
izquierda de la “lista completa” produjo que, los ciudadanos, no seguros de
dónde marcar lo hicieran sobre la columna de gobernador (donde estaba la foto)
dejando las demás categorías en blanco. La diferencia del voto blanco al
ejecutivo provincial y a los diputados por distrito único o para los
representantes en los tribunales de cuentas provinciales, se asemeja a las
diferencias registradas en Santa Fe. En cambio, en la categoría de legislador
departamental, que incluye su foto en la boleta, los niveles de votos blancos
fueron menores.
Aunque en ambos
casos es posible encontrar una animadversión de la ciudadanía hacia los cuerpos
colegiados, legislativos y de control, es importante destacar que la propia
decisión legislativa en el diseño de la Boleta Única (y así lo consideran los
propios analistas y los miembros de los partidos políticos) potenció el aumento
del voto blanco en ciertas categorías.
Es
necesario agregar que, en el caso de Santa Fe, y a contra corriente de las
prácticas electorales de nuestra sociedad, las boletas entregadas a los
electores cuentan con la opción del voto blanco. Así, en el extremo inferior de
la misma, se encuentra un casillero en el cual se debe explicitar dicha
elección. De esta manera, la interpretación indica que la inexistencia de
marcas debe ser considerada voto nulo. Esto llevó a un incremento sustancial de
los votos nulos que en determinadas categorías superó a los votos blancos.
Los
estudios realizados con posterioridad a los comicios en las urnas escrutadas
demostraron que un importante número de los votos en blanco corresponden a
boletas que directamente no tienen marcas y no a errores en las opciones
tomadas por el elector o a la búsqueda de éste de anular su voto.
Como
hemos sostenido en la Introducción las opciones que los legisladores toman al
momento de sancionar una norma electoral inciden y condicionan las decisiones
del elector.
A
esta discusión se debe adicionar el argumento esgrimido por los sostenedores
del sistema según el cual la Boleta Única ataca el corazón de las prácticas políticas
clientelares. Se considera que su utilización evita la manipulación y presión
a los electores dado que los partidos no pueden
llevar adelante prácticas que van desde el intercambio de votos por favores,
especies o el denominado voto cadena.
Esta cuestión
es de central importancia dado que uno de los aspectos más conocidos, discutidos
y criticados de la implementación del sistema de boleta sábana, que
históricamente se ha aplicado, era el de los modos por medio de los cuales se
producían acciones que atentaban contra la libre decisión de los electores.
Sin embargo, las
observaciones realizadas por los equipos de la UCC y de la UNR, como las
decisiones de las autoridades electorales provinciales, han mostrado como el uso de la Boleta Única no impide las prácticas clientelares.
Entre ellas, se
cuenta la posibilidad de fotografiar la boleta con un teléfono celular con lo
cual la relación clientelar puede seguir estando presente. Esto llevó a que en
la Provincia de Santa Fe, entre las dos elecciones realizas con este mecanismo,
la autoridad electoral prohibiera la utilización del celular en el cuarto
oscuro. Esto se sancionó más allá de la dificultad de hacer cumplir esta
disposición por parte de los responsables de los comicios. De esta manera el
denominado “voto cadena” ya no necesitaba de la sustracción de una Boleta Única
(antiguamente un sobre firmado por las autoridades de la mesa), dado que las
nuevas tecnologías al alcance de la ciudadanía permiten “garantizar” el voto.
Otra acción
promovida por activistas políticos, y detectada por las observaciones en la
Provincia de Córdoba, es la de entregar un papel para colocar debajo de la Boleta
Única en el cual queda registra la marca que se realiza en la misma.
Todas estas formas
de alterar clientelarmente la libertad en el ejercicio del voto muestran que no
hay una garantía respecto de la eliminación de estas prácticas con el nuevo
mecanismo. Es más, en Córdoba, a pesar de que el 86% de los encuestados
expresaron su preferencia por la Boleta Única, el 50% consideró que con el
nuevo mecanismo el fraude será peor o igual que antes.
Una cuestión de
fundamental importancia en el debate de la Boleta Única fue que la misma, según
su diseño, impide el voto arrastre horizontal. Así, gran parte de las críticas a
la boleta electoral previamente utilizada se debió a que su estructura
horizontal dificultaba el conocimiento de los candidatos por parte de los
electores e inducía a que no se produjeran cortes entre los distintos cuerpos
de la misma. Este argumento se da independientemente de la evaluación del
crecimiento de dicha práctica entre el electorado argentino.
Las decisiones adoptadas en Córdoba permitieron
que en la Boleta Única exista la opción de la “lista completa” propendiendo a
mantener, o reforzar, una identidad partidaria por sobre la del candidato
particular. Sin embargo, en Santa Fe la inexistencia de dicha opción, como la
separación de las papeletas en distintos cuerpos según las categorías, reforzó
la posibilidad de que se “independizara” la decisión de los electores. Mientras
esta tendencia no fue tan clara en la primera vuelta electoral, si se
profundizó en la segunda vuelta llevando incluso a que el ejecutivo provincial
electo no cuente con mayoría propia en la Cámara de Diputados por primera vez
desde la sanción de la Constitución Provincial en 1962.
Desde ya que el argumento que fue destacado
por los opositores al nuevo mecanismo ha sido el de la personalización de la
política. Cabe aclarar que dicho fenómeno no es una particularidad de la Boleta
Única, sino que es una característica propia de la política de nuestros tiempos
(Manin, 1998). No obstante las decisiones pueden inducir a que exista más o
menos personalización de la política.
Esta crítica comienza con la inclusión de la
foto de los principales candidatos en la boleta. Pero también la podría tener
la lista sábana, en la cual ha sido una práctica común resaltar los nombres de
los candidatos deseados colocándolos con letras de un tamaño mucho mayor a los
demás.
Para
los críticos del mecanismo de Boleta Única se da una hiper personalización que se
produce principalmente en la elección de los cargos ejecutivos. Así, la
diagramación de la misma, el aditamento de la foto del principal candidato, se puede
relacionar con los menores porcentajes de votos blancos y nulos obtenidos por
aquellos candidatos ejecutivos o únicos (senadores o legisladores
departamentales según la provincia) con mayor exposición pública.
Otro de los
argumentos utilizados sobre la personalización generada, pero que insistimos no
es atribuible a la Boleta Única, es la aparición de outsiders de la política con un importante caudal electoral
obtenido. Esta tendencia no es una novedad en la política argentina, en la cual
los partidos políticos han recurrido en muchas oportunidades a esas figuras
públicas para capitalizar políticamente su conocimiento popular.
Lo que ha sido
destacado por los diferentes candidatos y partidos políticos es que el nuevo
mecanismo ha inaugurado es una nueva manera de hacer las campañas electorales.
Lo que no puede
resolver la Boleta Única es el aumento del desconocimiento de las candidaturas de
la llamada sábana vertical. En otras palabras, en la selección de los cargos
legislativos sólo se accede a la identificación y a la foto de los primeros
nombres de los candidatos, quedando los demás en el anonimato para los
ciudadanos no informados.
La Boleta Única no atenta
necesariamente contra el histórico control de las
fuerzas partidarias sobre la selección de sus candidatos, ni es una expresión
de su fragmentación. Las respuestas a estas cuestiones deben ser buscadas en
otro lado.
Sin embargo, en
contextos de alta fragmentación partidaria, un reforzamiento en la tendencia a
la personalización acrecienta los efectos sobre el sistema de partidos.
Debemos
aclarar que, pese a las críticas, quedó demostrada la
posibilidad de implementación del mecanismo a pesar de la fragmentación
partidaria que define al sistema político argentino. Tomando un solo ejemplo en
la ciudad de Rosario se presentaron 36 listas de concejales.
A
pesar de ello es necesario volver a las palabras de Nohlen cuando nos recuerda la
centralidad del sistema de partidos y cómo este no es tratado como una variable
independiente sino que se lo subsume como una variable cuya conformación
depende de las instituciones (Nohlen, 1996, 21). De esta manera, las
características del sistema de partidos de cada provincia es un factor decisivo
respecto de los resultados que exhibe la implementación de la Boleta Única, y así,
la política, la historia y las estructuras sociales cobran una mayor
incidencia.
La misma heterogeneidad histórica de cada sistema político plantea
la existencia de variables mucho más determinantes que una sola institución,
como la Boleta Única, de la que se puedan desprenden las características de un sistema
electoral. Por ello, cada sistema electoral es correspondiente a la sociedad
que lo posee y así debe ser analizado. Como aclara Nohlen los efectos y los
resultados de sistemas electorales son multifactoriales, de esta forma, si bien
se reflejan en resultados globales estos no traducen toda la complejidad que se
aloja en la representación. Estos resultados dependen de si los partidos
políticos responden a las condiciones de éxito tacitas en dicho sistema
electoral.
Pero también los cambios en las
condiciones objetivas y subjetivas de un sistema político producen variaciones
en los sistemas electorales. En otras palabras, estos no son estáticos ni
ahistóricos.
Concluyendo con Nohlen, “…no existe
un sistema electoral óptimo del que puedan aprender todos, pues los sistemas
electorales son respuestas técnicas y políticamente aceptables solo bajo
ciertas condiciones históricas y de consenso, de conflicto, de cultura y
legitimidad”. Por ello la “aplicabilidad de un sistema electoral no obedece,
entonces, a cuestiones de calidad y técnica tanto como a las cuestiones de
poder. Decidiéndose su forma y funciones en relación a los puntos de vista que
tiene las diferentes fuerzas políticas” (Nohlen, 2009, 4).
Bibliografía:
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Mutti, V. G., (2003), “La ley de lemas en la Provincia de Santa Fe”, en Muñoz,
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Nacional de Río Cuarto, Río Cuarto.
Manin, Bernard,
(1998), Los principios del gobierno representativo, Alianza Editorial,
Madrid.
Nohlen, Dieter,
(1992), Sistemas electorales y representación política. Apuntes para el
debate sobre reforma electoral, http://www.bibliojuridica.org/libros/2/635/22.pdf.
Nohlen, Dieter,
(1995), Sistemas electorales y partidos políticos, F.C.E., México.
Nohlen, Dieter, (1996)La
trilogía: sistema de gobierno, sistema electoral y sistema de partidos,
IIDH/CAPEL, 3ª Conferencia de la Unión Interamericana de Organismos
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Nohlen,
Dieter, (2009), Sistemas electorales fundamentos y alcances, http://dspace.universia.net/bitstream/2024/209/1/Sistemas+electorales+fundamentos+y+alcances.pdf.
Pitkin, Hanna, (1985), El concepto de representación, Centro de
Estudios Constitucionales, Madrid.
[1] Este
punto generó en la Provincia de Santa Fe discusiones previas a los comicios
dado que la oposición política argumentaba que el mecanismo sería mucho más
engorroso y lento.
[2] Como ejemplo, en
la Provincia de Santa Fe se corroboró una disminución de la cantidad de
partidos políticos que participaron de la contienda.
[3] Como se señaló en el informe, en el caso de la Provincia de Córdoba se debe agregar
la figura de los Fiscales Públicos Electorales.
[4] Se debe recordar
que esta categoría es de importancia no sólo como expresión de legitimidad de
las opciones electorales, sino también porque incide directamente en la manera
de efectuar los repartos de bancas donde se contabilizan los votos válidos
efectivamente emitidos.