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Doctor en Ciencia Política (UNR) Magister en Ciencia Política y Sociología (FLACSO) Licenciado en Ciencia Política (UNR)
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Dr. V. Gastón Mutti
Profesor Titular UNR- UNER-
UGR
Muy buenos días,
quiero agradecer a la Sra. directora del Museo de la Casa del Acuerdo, y por su
intermedio a todo su personal, y a los miembros de la Asociación Civil Pacto
por el Museo del Acuerdo, por la invitación que he recibido para participar de
este acto de conmemoración, el cual a su vez me permite reencontrarme con familiares,
amigos y así volver a ser parte de actividades en esta ciudad en la que nací,
me educaron y me crie.
Mi intervención se
funda en la posibilidad que nos da el Acuerdo de San Nicolás a la hora de poder
seguir pensando las características del tiempo en el que nos toca vivir. Pero
para comenzar veamos algunas particularidades del contexto en el cual el
Acuerdo fue firmado.
Nos dice José De la
Torre que los días previos a la realización de la reunión en San Nicolás, la
ciudad se iba preparando para recibir a los altos dignatarios que la
visitarían. Los criados se dirigían a diferentes locaciones cumpliendo con las
ordenes de sus señoras o señores. Se pintaban paredes y ventanas, se acomodaban
los salones de las casas principales. Se embanderaban e iluminaban las calles, se
colocaban flores, se preparaba el tedeum, se contrataba una orquesta
proveniente de Buenos Aires y una banda de música que se dirigió desde Rosario.
Se acordaba el cronograma de bailes y se designaban a señoras para la
preparación de comestibles y dulces, y a pasteleros locales para los licores. Además,
el cura solicitaba a las familias el préstamo de sillas y tapices para las
actividades religiosas.
Días antes habían
llegado muebles, útiles y fondos enviados por el gobernador de Buenos Aires, Vicente
López, para hacer frente a las necesidades de los demás gobernadores que se
alojarían en casas de familia que funcionarían como hospedajes ocasionales.
Todo esto se hacía
a pesar de que San Nicolás había sido una localidad estratégica en las disputas
de las décadas pasadas. No sólo eso, también había sufrido los avatares de las
distintas confrontaciones por las posiciones que había adoptado ante ellas.
El manejo de los
tiempos era muy diferente al actual. Las postas previas a San Nicolás ya estaban
avisadas que se esperaba para el día 20 a los participantes del encuentro. Pero
la demora en los viajes, ya sea por tierra o agua, era algo muy común.
Mientras que Urquiza planeaba iniciar las sesiones el
25 de mayo, éste también se había retrasado.
Igualmente, para ese día la mayoría de los gobernadores
ya habían arribado.
Estos participantes centrales eran caudillos en sus provincias
y habían sido cómplices de la política de Rosas. Pero se hallaban en San
Nicolás para definir los caminos que se seguirían en el país. Muchos de ellos
conspicuos federales que debían dejar de lado las armas para participar de la
organización nacional.
En la casa del
vecino Teodoro Fernández, Francisco Pico y Dalmacio Vélez Sársfield redactaron el
proyecto de acuerdo. Este trabajo fue propio de dos figuras que habían tenido,
por parte del primero, una posición enteramente contraria a Rosas, como era
lógico dada su filiación unitaria y siendo un exiliado político en Uruguay; por
parte del segundo, como un jurisconsulto que se había opuesto a, pero también
trabajado con, el gobierno depuesto.
En la reunión
preliminar del 29 de mayo se dan por iniciadas las sesiones, las cuales buscaban
arbitrar los medios para la realización de un congreso constituyente. El día 31
es firmado finalmente el Acuerdo por los gobernadores de diez provincias presentes.
Salta, Jujuy y Córdoba luego se adhirieron al mismo.
Así se buscaba
reunir en un Congreso General a los representantes para permitir la sanción de
una Constitución Política.
Nos interesan
particularmente, en esta presentación, los artículos 13 y 14 de dicho Acuerdo.
El artículo 13 destaca la necesidad de dejar atrás los errores pasados y
estrechar la amistad entre los pueblos argentinos. En otros términos,
comprometía a los gobernadores a mantener la paz pública en sus provincias.
Por su parte el
artículo 14, facultaba al director provisorio para emplear “todas las medidas
que su prudencia y acendrado patriotismo le sugieran” en el caso de
perturbación en las provincias o ataques de unas a otras. Hoy diríamos que se
trataba de restablecer la paz y sostener las autoridades legalmente
constituidas en las provincias. Todas estas precauciones nos indicaban el
estado de situación en el momento de la firma del Acuerdo.
Gran parte de los
gobernadores regresaron para sus provincias el 6 de junio por la tarde. Pero desde
el 21 de junio de 1852 se conocieron noticias que preocupaban, cuando Buenos
Aires repudió el pacto alcanzado. Las armas aparecían nuevamente en el
horizonte de la organización nacional y enturbiaban el Congreso Constituyente
que finalmente concluyó con la sanción de la Constitución Nacional de 1853.
¿Que nos enseñan
todas estas vicisitudes? ¿Cómo tomar notas de las mismas y utilizarlas para el
análisis de nuestros días?
El primer
señalamiento que debemos realizar es que, en aquella sociedad, como en la
nuestra existían, y existen, divergencias, divisiones de intereses, de
valores, de opiniones, de partidos. Es por ello que en gran parte de las
acciones humanas los intereses se encuentran en conflicto. Esto conduce a que
se produzcan ganadores y perdedores de dichas situaciones y esto conlleva al
problema sobre el acatamiento de aquellos que no logran imponer sus opiniones.
Esta es una
situación que podemos reconocer tanto en los enfrentamientos que siguieron al
Acuerdo entre la Confederación y Buenos Aires en el decenio 1852-1862, pero
también en nuestros días en la cual la polarización alcanza grados de
profundidad que nos permiten hablar de ella como una “ley de la gravedad” de la
política. La polarización es considerada como el fenómeno político más
importante en la cultura política de Argentina de los últimos años, aunque
además es una clave para interpretar procesos políticos del mundo.
Pero, ¿es novedosa
la polarización? Dos respuestas opuestas, pero que entendemos que no son
necesariamente excluyentes, pueden surgir. La primera es que estamos ante un
nuevo ciclo de confrontación de los que ya ha vivido el país. Unitarios versus
federales, radicales versus conservadores, peronistas versus antiperonistas,
democráticos versus autoritarios, intervencionistas versus liberales, entre
otras oposiciones. La otra posible respuesta es que, en nuestros días, al decir
de Luis Alberto Quevedo e Ignacio Ramírez, se produce una creciente segregación
ideológica de la sociedad argentina. Los opuestos transitan espacios
discursivos escindidos, agendas públicas crecientemente autonomizadas unas de
otras, medios de comunicación diferenciados y sin un espacio público común en
el cual debatir. El otro debe ser negado como reaseguro de las convicciones que
se poseen y la fraternidad sólo se establecerá entre los que piensan igual. En
el Acuerdo de San Nicolás encontramos un ejemplo de cómo se buscó cerrar las diferencias
que habían atribulado a la política argentina de ese período decimonónico.
Como segundo
señalamiento queremos destacar que, a lo dicho, debemos sumar que los
resultados de las acciones sociales no están predeterminados. Existe incertidumbre
sobre las mismas. El futuro no está escrito de antemano. Es imprevisible,
incluso la realidad existente se vuelve inasible.
Es por ello que el
Acuerdo de San Nicolás nos muestra con claridad cómo los resultados del mismo,
aunque, por una parte, condujeron a la sanción de la Constitución Nacional, por
otra, no permitieron el proceso de estabilidad política de mediano plazo que se
auguraba para el país.
Y es en este
sentido que la incertidumbre se convierte en un elemento fundamental de
análisis en las sociedades. La confrontación con lo nuevo fascina y atemoriza
por igual. Cuando las expectativas de futuro se diluyen, lo nuevo devienen una
amenaza de lo conocido.
Es por ello que el
ámbito del debate debe ser, como lo fue en 1852, el lugar donde las
certidumbres de la inflación ideológica sean puestas en cuestión, y los
principios políticos no se constituyan en verdades absolutas. Se deben someter,
por lo tanto, los contenidos materiales de la política a una revisión
sistemática y permanente. Señala Norbert Lechner que la sobre ideologización provoca
una fuerte intransigencia a negociar compromisos y modificar decisiones
tomadas. Sin embargo, la discusión y crítica a una solución dada no elimina el
problema, la sociedad seguirá demandando certidumbres.
Y es en este punto
donde el Acuerdo de San Nicolás implicó una certidumbre que se corroboró en
muchas de sus expectativas. Hoy también vemos cómo las discusiones producidas
en el ámbito público buscan alcanzar ciertos grados de acuerdos, con marchas y
contramarchas.
Como último punto
destacado, nos interesa regresar al artículo 2 del Acuerdo, en el cual se
estableció como ordenador del país al federalismo. En otras palabras, ese acto
nos llama a pensar sobre las características de las instituciones que se
dieron esos hombres de mediados del siglo XIX. Aquí el aprendizaje es que las
instituciones importan ya que confieren un carácter intertemporal a los
conflictos políticos.
Nos instruye Adam
Przeworski que gracias a ello se ofrece una perspectiva de largo alcance a los
actores políticos que les permite pensar en el futuro en vez de preocuparse
exclusivamente por los resultados del presente. En otros términos, algunas
instituciones, y particularmente las de la democracia representativa, ofrecen a
las fuerzas y agrupaciones políticas más destacadas la posibilidad de entender
que en algún momento, actual o futuro, tendrán la posibilidad de promover sus
intereses, proyectos o ideas. Lo cual las induce a acatar los resultados cuando
son desfavorables en el futuro inmediato.
Las fuerzas
políticas aceptan las derrotas presentes ya que están convencidas de que el
marco institucional, que organiza la competencia democrática, les podrá permitir
avanzar en la consecución de sus propósitos en el futuro.
Así, consideramos
que es la democracia el medio en el cual estas tensiones de la vida moderna
pueden procesarse. Además, en ella descubrimos que la política no se guía
solamente por intereses, ya que en otras ocasiones lo hace por pasiones e
imágenes, creencias y emociones.
Es por ello que,
tanto el Acuerdo como nuestra democracia, es el resultado contingente de los
conflictos. Sus alcances no son ni necesarios ni inevitables, sino una
posibilidad.
Por lo dicho, podemos
colegir que las divergencias y las incertidumbres pueden ser procesadas por las
instituciones. Cabe a nuestra democracia orientar los acuerdos como lo hicieron
aquellos hombres de 1852.
¡¡Muchas gracias!!
Rosario, mayo de
2024.
Bibliografía:
De
la Torre, José E., Historia de San Nicolás de los Arroyos, Editorial
Rosario, Rosario, 1947.
Lechner,
Norbert, Los patios interiores de la democracia. Subjetividad y política,
F.C.E., Santiago de Chile, 1990.
Przeworski,
Adam, Democracia y mercado, Ed. Universidad de Cambridge, Cambridge,
1995
Quevedo
Luis Alberto, Ramírez, Ignacio, Polarizados. ¿Por qué preferimos la grieta?
(aunque digamos lo contrario), Capital Intelectual, Buenos Aires, 2021.