viernes, 7 de junio de 2024

Conmemoración del Acuerdo de San Nicolás. El Acuerdo, y ahora la democracia, como método para procesar conflictos.

Dr. V. Gastón Mutti

Profesor Titular UNR- UNER- UGR

 

Muy buenos días, quiero agradecer a la Sra. directora del Museo de la Casa del Acuerdo, y por su intermedio a todo su personal, y a los miembros de la Asociación Civil Pacto por el Museo del Acuerdo, por la invitación que he recibido para participar de este acto de conmemoración, el cual a su vez me permite reencontrarme con familiares, amigos y así volver a ser parte de actividades en esta ciudad en la que nací, me educaron y me crie.

Mi intervención se funda en la posibilidad que nos da el Acuerdo de San Nicolás a la hora de poder seguir pensando las características del tiempo en el que nos toca vivir. Pero para comenzar veamos algunas particularidades del contexto en el cual el Acuerdo fue firmado.

Nos dice José De la Torre que los días previos a la realización de la reunión en San Nicolás, la ciudad se iba preparando para recibir a los altos dignatarios que la visitarían. Los criados se dirigían a diferentes locaciones cumpliendo con las ordenes de sus señoras o señores. Se pintaban paredes y ventanas, se acomodaban los salones de las casas principales. Se embanderaban e iluminaban las calles, se colocaban flores, se preparaba el tedeum, se contrataba una orquesta proveniente de Buenos Aires y una banda de música que se dirigió desde Rosario. Se acordaba el cronograma de bailes y se designaban a señoras para la preparación de comestibles y dulces, y a pasteleros locales para los licores. Además, el cura solicitaba a las familias el préstamo de sillas y tapices para las actividades religiosas.

Días antes habían llegado muebles, útiles y fondos enviados por el gobernador de Buenos Aires, Vicente López, para hacer frente a las necesidades de los demás gobernadores que se alojarían en casas de familia que funcionarían como hospedajes ocasionales.

Todo esto se hacía a pesar de que San Nicolás había sido una localidad estratégica en las disputas de las décadas pasadas. No sólo eso, también había sufrido los avatares de las distintas confrontaciones por las posiciones que había adoptado ante ellas.

El manejo de los tiempos era muy diferente al actual. Las postas previas a San Nicolás ya estaban avisadas que se esperaba para el día 20 a los participantes del encuentro. Pero la demora en los viajes, ya sea por tierra o agua, era algo muy común.

Mientras que Urquiza planeaba iniciar las sesiones el 25 de mayo, éste también se había retrasado.

Igualmente, para ese día la mayoría de los gobernadores ya habían arribado. Estos participantes centrales eran caudillos en sus provincias y habían sido cómplices de la política de Rosas. Pero se hallaban en San Nicolás para definir los caminos que se seguirían en el país. Muchos de ellos conspicuos federales que debían dejar de lado las armas para participar de la organización nacional.

En la casa del vecino Teodoro Fernández, Francisco Pico y Dalmacio Vélez Sársfield redactaron el proyecto de acuerdo. Este trabajo fue propio de dos figuras que habían tenido, por parte del primero, una posición enteramente contraria a Rosas, como era lógico dada su filiación unitaria y siendo un exiliado político en Uruguay; por parte del segundo, como un jurisconsulto que se había opuesto a, pero también trabajado con, el gobierno depuesto.

En la reunión preliminar del 29 de mayo se dan por iniciadas las sesiones, las cuales buscaban arbitrar los medios para la realización de un congreso constituyente. El día 31 es firmado finalmente el Acuerdo por los gobernadores de diez provincias presentes. Salta, Jujuy y Córdoba luego se adhirieron al mismo.

Así se buscaba reunir en un Congreso General a los representantes para permitir la sanción de una Constitución Política.

Nos interesan particularmente, en esta presentación, los artículos 13 y 14 de dicho Acuerdo. El artículo 13 destaca la necesidad de dejar atrás los errores pasados y estrechar la amistad entre los pueblos argentinos. En otros términos, comprometía a los gobernadores a mantener la paz pública en sus provincias.

Por su parte el artículo 14, facultaba al director provisorio para emplear “todas las medidas que su prudencia y acendrado patriotismo le sugieran” en el caso de perturbación en las provincias o ataques de unas a otras. Hoy diríamos que se trataba de restablecer la paz y sostener las autoridades legalmente constituidas en las provincias. Todas estas precauciones nos indicaban el estado de situación en el momento de la firma del Acuerdo.

Gran parte de los gobernadores regresaron para sus provincias el 6 de junio por la tarde. Pero desde el 21 de junio de 1852 se conocieron noticias que preocupaban, cuando Buenos Aires repudió el pacto alcanzado. Las armas aparecían nuevamente en el horizonte de la organización nacional y enturbiaban el Congreso Constituyente que finalmente concluyó con la sanción de la Constitución Nacional de 1853.

¿Que nos enseñan todas estas vicisitudes? ¿Cómo tomar notas de las mismas y utilizarlas para el análisis de nuestros días?

El primer señalamiento que debemos realizar es que, en aquella sociedad, como en la nuestra existían, y existen, divergencias, divisiones de intereses, de valores, de opiniones, de partidos. Es por ello que en gran parte de las acciones humanas los intereses se encuentran en conflicto. Esto conduce a que se produzcan ganadores y perdedores de dichas situaciones y esto conlleva al problema sobre el acatamiento de aquellos que no logran imponer sus opiniones.

Esta es una situación que podemos reconocer tanto en los enfrentamientos que siguieron al Acuerdo entre la Confederación y Buenos Aires en el decenio 1852-1862, pero también en nuestros días en la cual la polarización alcanza grados de profundidad que nos permiten hablar de ella como una “ley de la gravedad” de la política. La polarización es considerada como el fenómeno político más importante en la cultura política de Argentina de los últimos años, aunque además es una clave para interpretar procesos políticos del mundo.

Pero, ¿es novedosa la polarización? Dos respuestas opuestas, pero que entendemos que no son necesariamente excluyentes, pueden surgir. La primera es que estamos ante un nuevo ciclo de confrontación de los que ya ha vivido el país. Unitarios versus federales, radicales versus conservadores, peronistas versus antiperonistas, democráticos versus autoritarios, intervencionistas versus liberales, entre otras oposiciones. La otra posible respuesta es que, en nuestros días, al decir de Luis Alberto Quevedo e Ignacio Ramírez, se produce una creciente segregación ideológica de la sociedad argentina. Los opuestos transitan espacios discursivos escindidos, agendas públicas crecientemente autonomizadas unas de otras, medios de comunicación diferenciados y sin un espacio público común en el cual debatir. El otro debe ser negado como reaseguro de las convicciones que se poseen y la fraternidad sólo se establecerá entre los que piensan igual. En el Acuerdo de San Nicolás encontramos un ejemplo de cómo se buscó cerrar las diferencias que habían atribulado a la política argentina de ese período decimonónico.

Como segundo señalamiento queremos destacar que, a lo dicho, debemos sumar que los resultados de las acciones sociales no están predeterminados. Existe incertidumbre sobre las mismas. El futuro no está escrito de antemano. Es imprevisible, incluso la realidad existente se vuelve inasible.

Es por ello que el Acuerdo de San Nicolás nos muestra con claridad cómo los resultados del mismo, aunque, por una parte, condujeron a la sanción de la Constitución Nacional, por otra, no permitieron el proceso de estabilidad política de mediano plazo que se auguraba para el país.

Y es en este sentido que la incertidumbre se convierte en un elemento fundamental de análisis en las sociedades. La confrontación con lo nuevo fascina y atemoriza por igual. Cuando las expectativas de futuro se diluyen, lo nuevo devienen una amenaza de lo conocido.

Es por ello que el ámbito del debate debe ser, como lo fue en 1852, el lugar donde las certidumbres de la inflación ideológica sean puestas en cuestión, y los principios políticos no se constituyan en verdades absolutas. Se deben someter, por lo tanto, los contenidos materiales de la política a una revisión sistemática y permanente. Señala Norbert Lechner que la sobre ideologización provoca una fuerte intransigencia a negociar compromisos y modificar decisiones tomadas. Sin embargo, la discusión y crítica a una solución dada no elimina el problema, la sociedad seguirá demandando certidumbres.

Y es en este punto donde el Acuerdo de San Nicolás implicó una certidumbre que se corroboró en muchas de sus expectativas. Hoy también vemos cómo las discusiones producidas en el ámbito público buscan alcanzar ciertos grados de acuerdos, con marchas y contramarchas.

Como último punto destacado, nos interesa regresar al artículo 2 del Acuerdo, en el cual se estableció como ordenador del país al federalismo. En otras palabras, ese acto nos llama a pensar sobre las características de las instituciones que se dieron esos hombres de mediados del siglo XIX. Aquí el aprendizaje es que las instituciones importan ya que confieren un carácter intertemporal a los conflictos políticos.

Nos instruye Adam Przeworski que gracias a ello se ofrece una perspectiva de largo alcance a los actores políticos que les permite pensar en el futuro en vez de preocuparse exclusivamente por los resultados del presente. En otros términos, algunas instituciones, y particularmente las de la democracia representativa, ofrecen a las fuerzas y agrupaciones políticas más destacadas la posibilidad de entender que en algún momento, actual o futuro, tendrán la posibilidad de promover sus intereses, proyectos o ideas. Lo cual las induce a acatar los resultados cuando son desfavorables en el futuro inmediato.

Las fuerzas políticas aceptan las derrotas presentes ya que están convencidas de que el marco institucional, que organiza la competencia democrática, les podrá permitir avanzar en la consecución de sus propósitos en el futuro.

Así, consideramos que es la democracia el medio en el cual estas tensiones de la vida moderna pueden procesarse. Además, en ella descubrimos que la política no se guía solamente por intereses, ya que en otras ocasiones lo hace por pasiones e imágenes, creencias y emociones.

Es por ello que, tanto el Acuerdo como nuestra democracia, es el resultado contingente de los conflictos. Sus alcances no son ni necesarios ni inevitables, sino una posibilidad.

Por lo dicho, podemos colegir que las divergencias y las incertidumbres pueden ser procesadas por las instituciones. Cabe a nuestra democracia orientar los acuerdos como lo hicieron aquellos hombres de 1852.

¡¡Muchas gracias!!

 

Rosario, mayo de 2024.

 

Bibliografía:

De la Torre, José E., Historia de San Nicolás de los Arroyos, Editorial Rosario, Rosario, 1947.

Lechner, Norbert, Los patios interiores de la democracia. Subjetividad y política, F.C.E., Santiago de Chile, 1990.

Przeworski, Adam, Democracia y mercado, Ed. Universidad de Cambridge, Cambridge, 1995

Quevedo Luis Alberto, Ramírez, Ignacio, Polarizados. ¿Por qué preferimos la grieta? (aunque digamos lo contrario), Capital Intelectual, Buenos Aires, 2021.