“Qué pasaría, se pregunta Eno, si
comenzáramos a vivir como si no hubiera un ‘largo plazo’, como si en lugar de
sentirnos parados en el borde de un continente nuevo e inexplorado nos
sintiéramos, en cambio, en un bote con gente de más, en aguas hostiles, con
pasajeros peleando por mantenerse a bordo, y dispuestos a matarse por el agua y
la comida que queda (…).
[L]os fenómenos humanos sociales y
vinculares son mucho más difíciles de predecir que los tecnológicos. En Volver
al futuro III, el director Robert Zemeckis se imaginó un porvenir a tres
décadas (que se cumplieron en octubre pasado) lleno de autos y skates voladores,
pero no hay allí personas del mismo sexo caminando por la calle de la mano.
En 2001 Odisea del espacio, Slanley Kubrick pronosticaba en 1969 un
futuro espacial a 32 años, pero todas las mujeres del film son asistentes,
azafatas o secretarias: Kubrick no previó la revolución de género de los
setenta.
Hoy, la discusión de la futurología
puede graficarse sobre dos ejes, que forman cuatro cuadrantes. Uno de los ejes
tiene que ver con el debate entre quienes hablan de una aceleración del cambio
y progreso tecnológico (la singularidad) y quienes son más escépticos con esta
hipótesis, al estilo Robert Gordon, el economista de Northwestern que asegura
que los aportes a la economía de los descubrimientos de la Revolución
Industrial fueron mucho más significativos -en términos relativos- que los de
los avances tecnológicos actuales.
El otro eje tiene que ver con
gradación entre optimismo y pesimismo. Los primeros, con los académicos de
Singularity a la cabeza, prevén que los progresos y la innovación traerán una
economía de la abundancia. Los pesimistas ven un porvenir mucho más distópico,
con problemas serios de crecimiento, distribución del ingreso y empleo que
serán el caldo de cultivo para el surgimiento de extremismos políticos, en un
círculo vicioso”.
Fragmento de:http://www.lanacion.com.ar/1914639-para-empezar-el-dia-bien-arriba-y-si-todo-sigue-cada-vez-peorPor Sebastián Campanario
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