jueves, 13 de octubre de 2016

Brasil, un mes y tres días después del impeachment. Dinámica institucional y elecciones municipales.

V. Gastón Mutti
Director del CIPS
Profesor Titular UNR-UNER[1]

            Aún resuenan y se hacen presentes las palabras que aclamaban o denostaban el impeachment al que fue sometida Dilma Rousseff en el mes de agosto en el Senado de Brasil. Un mecanismo que fue introducido en el cuerpo constitucional de ese país para sancionar transgresiones de naturaleza política, no necesariamente para actuar ante delitos en el sentido estricto del término. Estamos frente a los “delitos de responsabilidad”
            Y en esa característica se encuentra la particularidad de su utilización. Como es sabido en El Federalista ♯65 se consideraba que, dado el carácter elitista y contra mayoritario otorgado al Senado desde los debates fundacionales (Gargarella, 1995, 80), este cuerpo preservaría la necesaria imparcialidad en el juicio por su “sentido de responsabilidad y el interés que ellos tendrán en una administración respetable y próspera [que] les inspirarán una suficiente disposición a actuar”.
Sin embargo señalaba Hamilton, el 7 de marzo de 1788, que esos delitos: “Poseen una naturaleza que puede correctamente denominarse POLÍTICA, ya que se relaciona sobre todo con daños causados de manera inmediata a la sociedad. Por esta razón, su persecución rara vez dejará de agitar las pasiones de toda la comunidad, dividiéndola en partidos más o menos propicios o adversos al acusado. En muchos casos se ligará con las facciones ya existentes, y pondrá en juego todas sus animosidades, prejuicios, influencia e intereses de un lado o de otro; y en esas ocasiones se correrá siempre un gran peligro de que la decisión esté determinada por la fuerza comparativa de los partidos, en mayor grado que por las pruebas efectivas de inocencia o culpabilidad” (Hamilton, Madison, Jay, 1994, 277).
En otros términos, la dinámica de los hechos que han acontecido en Brasil ya estaban previstos por quienes propusieron inicialmente estos mecanismos.
Más de 150 han sido los pedidos de impeachment realizados desde 1985.
El primer presidente al que se le presentó fue José Sarney. Sin embargo el primero al que el mecanismo obligó a renunciar antes de ser enjuiciado fue Fernando Collor de Melo. Después de 1992, y hasta la actualidad, los cuatro presidentes que ocuparon el cargo – Itamar Franco (PRN), Fernando Henrique Cardoso (PSDB), Luis Inácio Lula da Silva (PT) y Dilma Rousseff (PT), sufrieron también varios pedidos de juicio político. Se han contabilizado 50 realizados por el PT a todos los presidentes en ejercicio entre 1990 y su triunfo en 2003.
Por parte de distintas fuerzas políticas 17 fueron iniciados contra Fernando Henrique Cardoso, 34 contra Lula y 67 contra Dilma Rousseff (de ellos 34 en 2015).
La laxitud con que está previsto el mecanismo lo transforma en la práctica en una forma de destitución por censura parlamentaria lo cual pone en discusión la estructura misma del presidencialismo, como también los criterios de representación popular (Negretto, 2016, 7).

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Fue en este marco en que se llevaron adelante las elecciones municipales del día domingo 2 de octubre en Brasil.
El PT sufrió su mayor derrota desde que alcanzó el gobierno en 2003.
            El resultado de la primera vuelta lo muestra al PT como el décimo partido en cantidad de prefecturas ya que alcanzó el triunfo en 256 y perdió 374. Cuatro años atrás el partido había sido el tercero, alcanzando el triunfo en 630 (por sus diferentes alianzas algunos cómputos consideran 642).
            Sin embargo, antes de las elecciones, en 108 de ellas, sus prefectos ya habían abandonado el PT en los dos últimos dos años producto de la migración de estos políticos a otras fuerzas que los resguardaran de la debacle que presentían.
            El desempeño fue peor en las grandes ciudades del país, ya que en los 54 municipios con más de doscientos mil electores sólo ganó en uno en primera vuelta (la capital de Acre, Río Branco) y colocó siete candidatos en segunda vuelta.
            Los resultados dejan al PT con 241 mil electores gobernados en los municipios más grandes, los que pueden llegar a 3,3 millones si triunfa en todos los casos en la segunda vuelta el 30 de octubre. En oposición en el año 2012 el electorado gobernado directamente por sus prefectos pasaba los 15 millones.
            La derrota del PT también significó un golpe para la estrategia histórica de Luiz Inácio Lula da Silva de imponer candidatos a las elecciones sin trayectoria en el partido para disputar cargos importantes. Lula se proponía desparramar en el país sus “postes” (en relación a candidatos “plantados” por él), como en su momento lo hizo con Dilma Rousseff en la presidencia y Fernando Haddad en la prefectura de San Pablo.
            Esta estrategia del ex presidente de mantener un control total sobre el partido y que todos estuvieran vinculados a él, no era compartida por parte del propio PT que discutía la forma en que definía los perfiles de los candidatos a los principales cargos y la elección de los mismos principalmente entre sus ex ministros acusados de tecnócratas con dificultad para actuar en el mundo de la política.
            En las elecciones municipales, los partidos que se vieron beneficiados por las derrotas del PT en esas prefecturas fueron el PSDB, PSD, PP, PDT, PR, DEM y PTB que, comparativamente con las elecciones anteriores, alcanzaron el triunfo en un mayor número.
            El gran ganador de los comicios en cantidades de votos fue el PSDB que venció en 791 municipios, 105 más que en 2012. Sin embargo su principal logró fue en San Pablo dónde desplazó al PT por más del 50% de los votos. De esta forma la administración de las grandes ciudades llega a 12,6 millones de personas bajo su mandato y aguarda la segunda vuelta en otras ocho capitales y diez municipios.
            Por su parte el PMDB no aprovechó la caída del PT, y aunque ganó el mayor número de municipios (1027) sólo aumentó en 12 las prefecturas respecto de 2012. Mantuvo un porcentaje de 18% de municipios y gobernará unas 14,8 millones de personas bajo su mandato que podrán ampliarse con sus 12 participaciones en la segunda vuelta electoral. Fue el partido que concurrió con el mayor número de candidatos a prefectos y concejales. Lo hizo en 16 capitales estaduales.
            La cantidad de votos de cada partido podrán incrementarse sensiblemente para aquellos que disputen la segunda vuelta, ya que de las diez ciudades más grandes del país, ocho aún tienen que elegir a sus prefectos entre los dos partidos más votados.
            El PSDB lo hará en Minas Gerais, Río Grande do Sul, Amazonas y Pará; el PT solamente en Recife, PR y PSOL en dos, entre ellas Río de Janeiro, y el PMDB sólo en una Río Grande do Sul.
            Otro perdedor relativo de la primera vuelta es el PSB que, en los municipios de más de 200 mil habitantes sólo logró un triunfo (Campinas). Deberá demostrar que puede mantener su presencia con su participación en la disputa de nueve municipios en segundo turno, aunque ya no llegará a sus 11 prefecturas en grandes ciudades como en 2012. No obstante, si el mejor de los escenarios se da para el PSD, perderá cerca de 2,1 millones de  electores gobernados de los 7,7 millones que tenía

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            Dos escenarios se están reconfigurado en Brasil. Por un lado el de sus instituciones políticas y constitucionales. Sus órganos ejecutivos y legislativos deberán construir un nuevo balance que permita saldar el desacuerdo entre las instituciones formales y su práctica, entre la legalidad y la legitimidad de los actos de gobierno. Un límite importante a esto lo coloca el mismo fragmentado y desnacionalizado sistema de partidos brasileño.
            Por otra parte, los últimos comicios han actuado como un indicador de la consideración ciudadana de las diferentes fuerzas políticas. El hasta hace poco partido mayoritario cede su lugar a otras fuerzas que disputarán su lugar en las elecciones presidenciales de 2018.
            Esto produce un mayor nivel de tensión en la política brasileña dado que en períodos preelectorales los consensos son muy poco probables y la diferenciación parece ocupar el centro de la escena.

Rosario, 11 de octubre de 2016.

Bibliografía:
Gargarella, R., Nos los representantes. Crítica a los fundamentos del sistema representativo, Miño y Dávila Ed., Buenos Aires, 1995.
Hamilton, A., Madison, J., Jay, J., El Federalista, F.C.E., México, 1994.
Negretto, G., “Destitución: ¿castigo penal o político?”, en La Nación, 19/9/16, http://www.lanacion.com.ar/1938137-destitucion-castigo-penal-o-politico



[1] Por contactos gmutti@unr.edu.ar, www.gastonmutti.blogspot.com.ar y www.formasdelapolitica.wordpress.com . Agradezco los comentarios realizados por Cintia Pinillos y Diego Gantus ambos profesores de la UNR- UNER.

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